LA LEY DEE AMOR - po
estaba aquí; pero te juro que no ha sido él el que ha matado
al joyero, Ñ :
Nada. Yo no quiero saber nada. Lo que tengas que decir-
me se lo dices al juez,
Y desandando todo lo andado no tardaron en llegar a la
Escalera.
Marisole, cuando se vió arriba, se dejó caer desplomada
en un sillón.
“¡Jesús del Gran Poder! —musitó—, ¿Quién habrá ma.
tado a ese hombre?” 5
Una sospecha le vino al pensamiento.
"Abelín—-dijo—, Abelín tenía en la frente una mancha
de sangte. Mas, no. El no puede haber sido. No le denun-
Ciaré. ¡Hijo de mi alma! ¡Hijo mío]” ?
Miró en torno suyo$ vió que el“agente había desapare=
tido, pero los guardias, no. »
“¿Qué harán de mi?—=solloZó—. Si me encierran en la
cárcel, todos mis ahorros ¿e los comerá Ja Justicia.”
“Bonifa” la miraba, mas no $e atrevía a in terrogarla para
que le dijera el motivó-de sú agitación.
“Algo muy grave pasa aqui-—méditaba—. Algo MUY gra-
ve cuando está tan acobardada Marisole.”
Mientras tanto, Adrián Topete hablaba con el juez. Este,
Una vez enterado de lo ocurrido, se encaminó a casa de la “An-
daluza”, a la que no tardó en llegar.
Le acompañaban seis guardias, el secretario y el agente,
Nada más entró se puso-a interrogar a la “Andaluza”, la
Cual seguía más pálida que una muerta,
—¿Quién ha matado dentro de su casa al joyero?
—Lo ignoro, señor juez—repuso—, Le juro por mi alma que
6se señor no ha entrado por la puerta de mi casa.
El juez llamó al “Bonifa”, el cual temblaba de miedo,