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Capítulo LXXXVII
EL MONTONCITO DE TIERRA
osé Retana, el guarda del hotelito que
había alquilado Abelín, hallábase en
la puerta del jardín cuando vió que
se le acercaba un caballero elegan-
temente vestido,
—Buenos días—le saludó—. Nece-
sito hablar con usted unos instantes.
Retana dió una chupada a su ci-
garro y se quedó mirando fijamente al desconocido.
—Puede usted hablar lo que quiera—repuso—. Yo no tengó
nada que decirle.
—Este no es lugar apropiado para hacerlo, Tiene que sel
dentro de la casa o a la sombra de una de las acácias del
jardín.
El guarda hizo con la cabeza un movimiento negativo,
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