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A
OS
rn LXURO LAURI
—Juan es inocente—articuló Manuel—, Has obrado con él
muy a la ligera,
—El, en cambio, ha obrado muy despacio, Ha obrado igual
que obran los ladrones,
—Juan no es un ladrón. Sé muy bien lo que me digo
—(¿Que lo sabes muy bien?
A
¿Quieres de 'elr con eso que tu saves quien me na ronado?
Si lo sabes, dímelo, pues tengo muy excitado el sistema ner-
V1OSO.
-—Le aconsejo que no se excite y que tome el hecho como una
diablura infantil.
¡Ah!
Y don Juan Manuel miró a su esposa, que estaba muy pá:
lida. ¡Bien sabía ella que el ladrón era su hijo!
Ed tesoro ya está recuperad 10-—a1jo Manuel.
¿Que está recuperado? ¿—1nquirió, rugiendo como un león,
el “Misterioso”
Sa
rv; estaba, enterrado en una gasa de la callo de Maza-
rredo,
—¿Y lo tienes'en tu poder?
Manuel hizo un signo negativo y, muy de :pacio, empezó a
contar lo que ya saben nuestros lectores. El h abía aconsejado
a Juan que llamara al niño y le citara en la plaza Mayor. Al
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llegar a ella, disfrazado de so] dado, había escuchado casi toda
la conversación y había perseguido a Abelín hasta lá casa de
la Andaluza.
T
¿e esperé oculto en una esquina, y cuando salió, le seguí
hasta la calle de Mazarredo. Hoy hemos estado allí
e Juan y
YO, y un montoncito de tierra nos ha sugerido el lugar exacto
donde .estaba oculta la cajita de los brillantes,
—¿ Y se la ha llevado Juan?