2760 LAURO LAURI
¿Qué modo de lover! —quejóse— -- ¡Me voy a poner he-
cho una sopa!”
La tormenta arreciaba, ac ompañada d
gos y horrísonos trolls:
Don Alvaro seguía bajo. el troneo de la
e azulados relámpa-
encina, y allí tuvo
que esperar a que la tormenta cesase.
No fué ésta de mucha duración, pues una hora despues
de haber empezado brilló nuevamente la Luna.
Sintió mucho frío, ya que tenía la ropa empapada de agua
“¡Qué noche más horrible estoy pasando”, murmuró.
se cabo de aleunas hóris empezó
a alborear el día.
¿Tendré que pasarme también aquí todo el día?”
e vamente sintió los aguijones
1 1 ] h
qe hambre.
Miró en torno suyo y no vió.nada con que poder saciarla.
unicamente en la ene ina había unas be llotas,
pero estaban
todavía muy verdes, :
“De todas maneras, aunque las tenga encima de mí, de
nada me servirían, pues no puedo aleanzarlas.”
Siguió avanzando la mañana, y pot allí no aparecía un
alma viviente. Sólo se oía el canto de] los páj
Aros.
Al filo cle las die Z salió el Sol de entre una nube y calentó
los ateridos miembros de don Alvaro.
Acobardado por la situne lón-en que se veía, alzó los ojos
al Cielo y exclamó:
“He hecho mucho mal en este mundo, y Dios me pasa la
cuenta... ¡Virgen mía, perdón!...”
Todavía transéurrió un cuarto de* hota más hasta que
por fin apareció un: hermoso mastín
y QUe empezó a ladrar a
Malaespina.
.Q . Ql A
—¡Bocorro!... ¡Socorro!...-—oritó, sospechando que andaran
buscándole.
El DEerro, al oír los eritos, l
CUrocedió y se ocu
e ocultó entre los