Full text: [2] (2)

2794 LAURO LAURI 4 
Abelín no contestó y se dirigió al recibimiento. La don- 
cella entró antes que él y le miró con oivs espantados. 
—¿Es que el señorito va a entrar?-lartamudeó. 
¿Que si voy a entrar? ¿Hay alguien ahi aontro que me lo 
impida? í 
—Hs que está don Juan Manuel... Yo.no sé si le vendrá bien. 
——¿Y tú no sabes que esta casa es mía y puedo hacer lo que 
quiera? 
Y sin décir nada más entró en la sala con el sombrero en 
la mano, donde, amortajada con un hábito blaneo, estaba la 
esposa del “Misterioso” 
En la mano derecha tenía un ramo de azucenas y sobre 
su cuerpo muchas flores esparcidas. 
Abel, después de mirar el rostro de cera de'su madre, mivó 
en Torno sl 
pl 
yo, y merced a los amarillos resplandores de 108 
cirios vió a una docena de; "sonas repartidas por toda la 
En un rincón estaba el “Misterioso”, y junto a éste, 
Manuel Aracil y Marilina, ésta última muy enlutada y con 
el rostro cubierto por un espésa velo 
im los miró como si mirase a tres desconocidos y se 
tl “Misterioso” tocó con un codo a su hijo y le siseó al 
—Mírale—dijo—. Mírale cómo se ha arrodillado y mueve' 
los labios. ¿Le escuchará Dios? 
Manuel miró a Abelín, y luego a dos hombres que estaban 
hablaudo junto al balcón. Estos eran sus dos bue 108 y anti- 
guos amigos Manrique de Lara y Adrián Topete, Ahora va- 
mos a narrar por qué estaban, allí éstos. 
Al ir a entrar Manuel y Marilina en casa de Blanca se
	        
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