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de Florentioa, a cual entró en el despacho llorando y |
diciendo; E
—¡ Papá... ! ' ¡Papá mío!
MM ver a la niña llorando, Luis corrió a su nduéntio
i +6 estrechó en sus brazos, preguntándole ansi0s0, pre-
“finticndo una desgracia:
> ad tienes, 'Dip: mía? ¿Qué ocurre? ¿Por qué
bos no. podía hablar. Los sollozos la ahoga-
Al fin pudo decir:
—¿Y mamá? . : E
EN SUS habitaciones debe estar—respondióle, su
- padre, :
-—Claro—asintió intencionadamente Susana—, Ha:
-Nándose indispuesta,
.: —No, no está—replicó la niña.
No?
—Se la ha buscado por todas partes, yy no aparece,
—¿Qué dices?
- —No se la encuentra... ¡Ay, mamá mía..
. Cebrián no se detuvo a.oír más,
.—Eso no puede ser—dijo, alterado, como si hablara
“eonsigo mismo—. ¡No puede. ser...! Ven, hija mía, ven,
Ad verás cómo yo o a tu madre. Es que no la ha-
3 buscado bien.
Y se encaminó con la niña a la a en la cual
se volvió para decir a Susaña:
—Usted dispense, pero... E ci
- —Vaya, usted, amigo mío, vaya > usted—interrum-
ióle ella—, 1 No faltaba más! : ca
Y quedóse murmurando:. Ai po alado q eee
—!Qué Magdalena no está! ¿Es que vuelve a Jas
dadas con 1 Daniel, 0 e huye por pOr a ques su bs