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“Tal vez el honrado cbrero se hubiera extendido en otras
consideraciones más razonables que las expuestas; pero
advirtió que su interlocutor no le escuchaba y guardó si-
lencio.
¿Para qué hablar en hallan
ino habíase quedado pensativo!
De pronto levántose, diciendo bruscamente :
--Me voy.
Añadió con buglona Honia:í,. >
¿Bien ; ya pagarás el gasto, porque « en mis teorías no
entra el pagar, ni tengo con qué. s
Estrechó la mano de su amigo y salió muy aprisa, di-
ndo : iO E
Hasta otra. E ; -
—Adiós—respondi óle Domingo—. No olvides los con-
eJjos que te he dado. Ñ
Y viéndole salir, murmuró : :
-«—¡ Pobre loco! “Tienes razón cuando dice que no es
que es por culpa suya; pero de todas maneras me pa-
ece un loco temible. : ]
: Después agregó :
¿Quiera Dios que la huelga no llegue - y que el señor Sal-
edo, entendiendo sus intereses, la evite. La avaricia, la
ara avaricia tiene la culpa de todo ; pero ¿qué se con-
¡gue con la violencia ? ;
lamó al mozo, pagó el gasto y salió.
o estará de más que aclarémos lo que ahora pudiera
Parecer absurdo y que no lo era, realmente, en la' época an
1e se desarrollan los episodios que narramos.
Siempre ha habido injusticias : y siempre también los
mbrese se han preocupado «en mitigarlas, ya que el su-
imirlas de raíz no era hacedero. : v
Mas en algunos espíritus fogosos y' “exaltados, esas A