E intentó salir de la estancia; pero su
padre la contuvo». Las
En la puerta del gabinete aparecieron
Magdalena y don Claudio» ds
La primera avanzó y el segundo quedbóse.
inmóvil, también pálido, conmovido»
- ¡Mamá! «repitió Florentina, corriendo a
su encuentroo ]
-¡Hijal -repuso ella, con voz débil y a-
hogada, recibiéndola en sus brazoso
«¡Magdalena! -exclamó Cebriáno
<íLuis! -balbuceó la madre de Andrés, in-
tentando arrodillarse ante Bl=s ¡Perdón!
«¡Nom no! -protestó 61, abrazándola->
¡Eso nol ¡No merecen perdón los mártires,
sino compasión y cariño! E
Magdalena quiso responderg no pudo: le
faltaron las fuerzas y se desplomó desmaya-
da en aquellos brazos, que la recibieron
- cariñosos y la estrecharon con ternurao
Don Claudio acudió entonces, y, entre £l
y don Luis, depositaron a Magdalena en un
diván del gabineteo»
Florentina no se separaba de su madreo
Cogida a sus ropas, parecía como si tuvie-
se miedo de que otra vez se fueses
Arrodíllose ante ella, y cubrió de besos
el rostro y las manos, cual si pretendiera
reanimarla con sus caríciase.
- Don Ciaudio, llenos los ojos de lágrimas,
y Padiante el rostro de alegría, cogif en-
tre las suyas las manos- de su principal;
las estrechó con efusión, y dijos :
«Ahora... a luchar, a recuperar lo perdido
ll en lo material, pues lo moral ya lo tienes
Don Luis, presa de una emoción superior a
sus fuerzas, no pudo articular palabra».
li Se limitó a apretar vigorosamente las ma-
lomos de su leal y bondadoso subordinadas
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