A su altura estaba el que le oía con vi”
sible complacencia, aprobando con sonrís2*
sus cínicos alardes, y sín formular ná un?
recriminación ni un reproches
Cansados de esperar y pasear, los dos *”,
mígos habíanse sentado en un rincón del pa
tio, en el suelo, a falta de asisnto me jof
y más cómodoo
a e
El mulato, que le había escuchado embeb*
cido, esperaba con ansiedad que continua?
sus confidenciaso
bídos al amor y a la esplendídez de Rosa”
vio, ofreció uno a su amigo, encendié él
otro, y preguntó sonriendos
¿Qué te parecen mis principios?
=Dignos de tí -contestó Domingo, con 14
? : E a e
misma Pormalidad que sí le dirígiase un ?
iogí0o :
-¿Verdad que tengo razón para decir qué
no soy un cualquiera y para desdeñarme de
alternar ton ciertospelagatos-
- ¿Claro que sí! A la vista está que en
una pezsona decentes; no necesita uno coñ
se
Basta Jon verte y ocíries
Lo de persona decente, pareció a Pale”
grín un sarcasmog pero miró a su interl0” f
cutor y le vió tan serío, que pensés
—_