Full text: [Tomo 4] (4)

El muchacho, al verla, pensó : 
—¡ Qué hermosa es! ¡Y parece muy buena ! 
- Apresuróse a dejarla libre el paso, diciéndole : 
—Pase usted, hermana, pase usted. ¡Gracias a Dios 
que ha venío! : : . 
Con ansediad que no pudo disimular, y conteniendo a 
duras penas el llanto que pugnaba por salir a sus ojos, sor 
Angeles preguntó : 
—¿Cómo sigue la enferma? 
—Pues no lo sé —respondióle Diego. 
—¿ Cómo? - : 
—ÁAÁ mí me parece muy mal. 
—¡ Dios mío! : 
—Pero como yo no entiendo de esas cosas... 
-—Pero, ¿vive? po 
—'¡ Ya lo creo! 
La hermana levantó los ojos en acción de gracias. 
— ¡Eso faltaría, que se hubiese muerto! ¡Pobre abue- 
la !... No me parece que la cosa sea tan grave. 
—+¿ Qué enfermedad es la suya? ¿Qué ha dicho el mé 
dico ? : 
—Pues verá usted : médico... no la asiste ninguno. 
—¿ Es posible ? A 
—Yo no sabía a quien avisar... 
-—Comprendo. ¡Pobre niño! 
—Esperaba a que usted viniese pa que decidiera lo 
que se debe hacer... : 
-—Pues vamos, vamos a verla. 
Y siguió a Diego, que la condujo a la estancia de la 
enferma. , 
Iba pensando : 
—-Debo procurar que no me reconozca al pronto ; por- 
que, en su estado, la profunda y violenta impresión que 
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