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Aquellas demostraciones la halagaban 'a pesar de su-
Wodestia, y eran el mejor bálsamo para las heridas de su
Orazón.
Soledad la abrazó de nuevo, ale al oído :
——¿Verdad que tengo un marido muy bueno y muy
Simpático ? ?
* Ella respondió del mismo modo: : io
—Su mejor elogio está pub con decir que es ; digno. de >
Msted. : :
Sentáronse, y la hermana, con la cuirosidad propia del
“Asc, preguntó :-. :
Y bien, amiga mía ¿cómo se ha operado en su suerte
Ste cambio notable, «de que tanto me alegro? Porque desde
Yue la madre superiora me participó su visita diciéndome
además que ya no necesitaba usted la tarjeta de recomen-
dación que 0 para que se la entregasen si venía, estoy
tseando saber.. :
—Y yo tengo una verdadera de ión en sat A
Su deseo, que no es sino una prueba de su car iñoso interés
Minterrumpióle Soledad. :
Dióle ánte todo gracias por lo de la tarjeta aunque no
la hubiera utilizado, y luego explicó cuanto ya sabemos": el
Modo comio la encontró Angel y cómo se convenció ella de
q el que ya era su esposo no había dejado nunca de amar-
e.
—En la vida hay a veces errores fatales, que teniendo
“Dariencias de verosimilitud, nos hacen juzgar mal las cosas
- Y las personas—dijo sor Angeles, al convencerse de que la
“arta que su amigo escribió recomendando a la pobre Elena,
Mo había llegado a su destino.
Soledad terminó sus explicaciones, exclamando :
—i¡ Como usted ha reconocido, aun antes de que yo le
ra todos sus detalles, soy" feliz! ¡ Muy feliz! :
die
.