Volvióse para mirar a su esposo, y prosiguió luego :- y
—:¿ Y usted? Porque no sólo hemos de hablar de mí.
Advierto en usted algo misterioso que me hace temer que y %
también en su situación haya habido des cambio y no.
niuy satisfactorio. a
La hermana inclinó la cabeza, suspiró, y las a EA 4
acudieron a sus ojos. :
Soledad asustóse con aquel silencio, con aquel suspiro.
y con aquel llanto.
.—¡ Hable usted, amiga mía, hable 1-— insistió con 1=
quietud—. ¡Me atormentan la ansiedad y la angustia ! ¿Le
ha ocurrido alguna cosa durante el tiempo que hemos es-
tado sin vernos ?
Para decidirla a espontaneanse, añadió :
—Debo advertirle, y por ello le pido mil perdones, que
mi marido conoce es las confidencias que usted me hizo..
No ha sido una traición a su confianza, pues nadie las co-.
noce más que él ; pero comprenderá que yo no podía guar=./
darle ningún secretos ni aun ése.
.—El saber eso que mi mujer ac 0d Angel—, me
ha servido para más compadecerla y respetarla. Los que'
henios sufrido, sabemos comprender y compadecer los su-
frimientos ajenos. :
—No, me importa que este caballero esté enterado de to= . |
el MN
do—repuso la hermana—. Así lo suponía, antes de que |
ústedes me lo dijeran. ns él mismo asegura, creo que: :
sabrá comprender... : e
—¡ Oh, sí! Hable usted sin temores ni reseryas.
Al sor Angeles no había de costarle gran “esfuerzó ser:
sincera. / E
o: estaba deseando para desahogo de su corazón.
¡Cuánto había sufrido, y seguía sufriendo, al vense-
, /' y
/