con aire de interrogativo a su interlocutor, el cual agregó,
siempre sonriendo :
—-Sí, señorita... como suena. Diego, quizás sin que él
mismo lo sepa ni lo sospeche, está enamorado de esa chiqui-
lla. ¡Si usted le hubiera visto cuando vino a exponerme su
«doloroso trance! Muchas veces no nos damos cuenta de un
- amor que abrigamos... hasta que se nos hace inaccesibie, por
cualquier causa. Diego ubiera renunciado a la fortuna que
tan inopinadamente venía a sus manos, a cambio de encon-
trar a Rosarillo : E :
La hija de don Luis Cebrián, aunque quería a Jaime
_muy de veras, no había dejado de sentirse halagada por la
admiración que leía en los ojos de Diego Sin Nombre cada
vez que le tenía delante. Y aquella revelación le hizo sentir
un leve sospecho. Pero, como era muy buena, sonrió, com-
prensiva, pensando que todo el mundo tenía derecho a CER
rar y a ser querido.
—Haga usted cuanto pueda—dijo—porque Rosazillo
aparezca. No repare en gastos, don Javier. Con mucho gus-
to pagaré cuanto sea preciso para ello. Movilice a los más -
hábiles policías particulares... ofrezca una recompensa a
SS Proporcionar una pista, Dieso se lo merece
—De a señorita. T odo se hará; y no sólo por
complacerla a usted, que eso sería bastante, sino porque yo
también estoy interesado en ayudar a un chico tan noble y
tan leal... Estoy seguro de que don Jaime se unirá, de muy :
buen gyados a nuestra empresa, porque le estima mucho y
le considera como a un búen amigo. Em cuanto a lo demás,
repito que no se preocupe. A mí no me disgusta el papel de
«tercero» a de «intermediario» cuando se trata de jóvenes
“que se quieren y que, por añadidura, son víctimas de des-
venturas de las que no tienen culpa. "Confíe en mí, repito.
Florentina al abandonar el despacito : de don Javier Mon-
|
x