¡1102
—Por voluntad y mandato de mi señor, al que repre»
sento, esta casa es tuya y en ella puedes mandar y «ispo=-
NU Cd L
ner como dueño absoluto. Todos los que aqu
esforzaremos en servirte y complacerte. Es nuestro deber
y, tendremos, además, una satisfacción en hacer
Como «Alegret» vacilara en seguir al que había acom-
pañado, éste le decidió a ello, advirtiéndole:
—Tú no has de separarte de mí.
Era lo que deseaba, aunque no se hubiese atrevido a ina
tentarlo.
Cruzaron el jardín.
'Hassen caminaba delante, guiando, y seguíanle el te-
niente y Joaquín.
Fermin miraba en torno suyo, preguntándose:
—¿Em qué dirección estará el sitio que he de descubrir,
según los datos que guardo en mi cartera?
Necesitaba orientarse y ansiaba hacerlo cuanto antes.
«Colibrí» iba detrás, no cesando de mirar a] mismo ven-
tanal de antes.
Entraron en la casa y en un aposento de la planta baja
de la misma, decorado y amueblado lujosamente con refi-
nado gusto oriental.
«Alegret», que contemplaba todo aquello con la admi-
ración que lo nuevo y desconocido produce siempre, decíase
irónico: E
—¡Babe Dios cómo el dueño de todo esto se habrá pro-
porcionado el dinero necesario para permitirse tanto lujo!
La opinión que tenía formada de él, hacíale sospechar
que no habría sido por medios muy lícitos.
—g¿Deseas descansar? — preguntó Hassen al huésped,
CR A - ¿A
11 Estamos nos