rrido, exponiéndose así a que Se repitiese, entristecíala sin
provocar su envidia, haciéndola pensar:
—El dolor de mi madre, si perdiese mi compañía, no
sería ahora tan grande como lo habría sido antes, cuando
no tenía a nadie más que a mí.
No se atrevió a comunicar a nadie sus pensamientos, m1
aun a Teresa, a pesar de la confianza que en ella tenía, pero
sin necesidad de que se los comunicase, su amiga lo adivi-
nó, acaso porque coincidiesen con los suyos.
—Sufres, temes, vacilas, dudas y ansias más que nunca
buscar consuelo y amparo junto al hombre que amas-—di-
jole un día la hija de Morcillo.
Para evitar que intentase negarlo, con fesó:
—Lo mismo me sucede a mi; también yo temo que 1m-
pulsado a ello por mi madrastra, que tanto me aborrece, mi
padre imite a tu esposo e intente algún día en contra mía
alguna infamia, aunque no sea más que obligarme a volver
a su lado, a lo cual no estoy dispuesta; tampoco puedo vivir
alejada del que adoro, a pesar de la fe ciega que tengo en su
amor y de la esperanza de que éste llegue a realizarse algún
e
día; también yo creo que sólo cerca de él podré estar tran-
-quila y segura.
Añadió, demostrando así que sus sentimientos hallában-
se identificados en todo con los de su amiga:
—Y también yo temo que si nuestra separación se pro-
longa, otra mujer me lo robe... !
- Uniéronse en estrecho abrazo, consolándose mutbuamen-
te,con sus caricias, y desde entonces no se ocultaron ya Sus
pensamientos; expansionábanse comunicándoselos y de lo
mismo, hablaban siempre, que podían hacerlo a solas.