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días, tendrían que permanecer ocultas en Barcelona hastd
que embarcaran, exponiéndose a ser descubiertas.
Dando con ello muestras de su ingenio, Teresa resolvió
con facilidad este inconveniente.
Habíanse fijado en que el tío Pedro leía todos los días
un periódico sentado al sol, a la puerta del pabellón qué
ocupaba, durante sus horas de descanso.
Claro era que aquel periódico que el anciano leía coM
visible atención, sería de carácter socialista, o cosa pare-
cida, para estar por él al corriente de las cuestiones obres
ras que tanto le interesaban; pero, ¿qué les importaba 3
ellas esto, con tal de que en aquel periódico encontrasen lo
que deseaban saber?
Como la cosa más natural y sencilla, Teresa dijo al
viejo:
—Alejadas aquí de todo, no sabemos nada. de nada;
¿quiere usted hacer el favor de dejarnos ese periódico que
lee todos los días, para enterarnos por él de algunas de la?
noticias que ignoramos? 0
—Con mil amores—le respondió él.
Aquella curiosidad le pareció tan justificada que no le
inspiró sospecha alguna. :
Las dos jóvenes lograron lo que se proponían.
. En la sección correspondiente, anunciaba el periódico.
las salidas y llegadas de vapores. y
Fijando con exactitud la hora, se anunciaba, la, salida
de uno dé los vapores con rumbo a Africa. 00 5 ao 0
“La salida se verificaría de allí a dos días y, en las pri-
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meras hóras de la mañana. de
2 Restaba vencer el último obstáculo,
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