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Y encaminóse presuroso hacia la escalera, sin duda ptr
ra cumplir lo que se le había ordenado, mientras el dueño
de la casa pasaba a otra estancia próxima que acostumbrar
ba; utilizar como despacho durante su permanencia en la
quinta. :
«Colibrí» no siguió a Abd-el-Azor como hacía siemp6:
—Siendo como es tan cobarde como malvado—razonó
rápidamente—, él no intentará nada por si mismo contra
los que aquí arriba quedan junto a él mi contra las que elloS
defienden; sialgo se propone contra unos y contra otras, se
relacionarán con ello las órdenes que acaba de darle a Has-
sen y que no he podido oír.
»Luego, en vez de vigilarle a él, debo vigilar a Hassen,
para descubrir en qué consisten sus órdenes y tratar de 1m-
pedir que se cumplan si son tan infames como temo.
Y echó a andar tras el servidor, desapareciendo por la
escalera con él.
'Abd-el-Azor salió poco después de la estancia donde úl
timamente había entrado, murmurando satisfecho:
—Ya está todo preparado; veremos si el nuevo y abre-
vido ardid que se me ha ocurrido produce los efectos qué
deseo.
Volvió a la habitación donde continuaban reunidos lo8
cuatro enamorados, anunciándoles a éstos:
—Ya está dispuesto lo necesario para vuestra partida
y podéis partir cuando queráis.
Cual si lo pensase de pronto, aunque lo llevaba ya pen*
sado y formaba parte de su último ardid, expuso:
—;Pero ahora que caigo! ¿No será preferible que estas
b > O ;