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Recibió un tiro que le atravesó el corazón, matándola
Istantáneamente.
Herido también de otro tiro en la sien, Zacarías estaba
a Su lado, agonizante, pero vivo aún.
he! Edit y Eliseo, arrodillados junto a ellos, lloraban deses-
Peradamente, y los servidores contemplaban aterrados aque-
lla Cscena, sin atreverse a intervenir en ella.
El viejo y rico judío hizo un supremo esfuerzo para de-
arar:
Que no se culpe a nadie de nuestra muerte... Soy el
; Único causante de la suya y de la mía... primero do he ma-
eo a ella y luego me he matado yo.
Y expiró sin tener tiempo para exponer las causas del
doble crimen que confesaba.
Los sirvientes no pudieron añadir nada acerca de ello.
-—Acudieron al oír los disparos y todo lo ignoraban.
Lo mismo dijeron Eliseo y Edit.
Hubo otro detalle más sensacional aún.
Ed Al levantar en sus brazos los que a él y a Edit trataban
“e Nevárselos de allí a la fuerza para denon auxiliarles,
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Eliseo gritó:
¡Estoy ciego!
En efecto, sus ojos enrojecidos, carecían de luz y de ex-
Presión,
» —Efecto de la impresión causada « en e por lo que aca-
1008 de ocurrir—dijo Edit abrazándole desesperada,
Y murmuró a su oído algunas frases que los demás no
Y Sus lamentaciones.
Pudieron oír y que parecieron calmarle, poniendo término
a