LE)
Y los más continuaban asegurando, con admiración cre-
Ciente:
¡Es una heroína!
¡Es una santa! :
Pero también aquello duró poco y también tuvo un tér-
Mino. doloroso. y brusco.
Un día, en una de las operaciones en las que hubo de |
Alomar parte, Eduardo cayó herido y llegó en grave estado ¡
Al hospital. 4
- Su esposa, que estaba de servicio, le recibió en sus bra»
zos, y se instaló, desde luego, a la cabecera de su cama. |
El médico que le practicó la primera cura vaticinó des- 4
Ñ dle luego: A i
- —No hay salvación para él; su herida es mortal de ne- A
Cesidad. Ml
¡Qué desesperación la de Amparo al convencerse de que l
Mi con su compañía, ni con sus caricias, mi con sus cuidados
le podría salvar!
-—Reconocía, no obstante, repitiéndoselo para mitigar su
lor: ;
| —He hecho bien en venir a reunirme con él, así me
tendrá a su lado hasta el último instante y expirará en mis
- Drazog, E
- Pareció que el instinto de su amor le hubiese hecho pre-
Ver lo que sucedía.
- Comprendiendo él la gravedad de su estado, decíale agra-
decido: eN Dian.
- —Moriré resignado y hasta contento, pues gracias a bu
tbnegación, hasta el último instante no dejaré de verte.
Este era ya el único consuelo para él posible.