1519
Desde que obligada a ello por las postreras declaracio-
nes de Lumbreras, se vió precisada a confesar la verdad y
a declarar sus criminales trapisondas contra Rosalía de
Ozores, víctima principal de las mismas, su preocupación
era constante y siempre pensaba en lo mismo.
¿Cómo desquitarse de la derrota sufrida? ¿Cómo des-
ahogar su despecho en los que la habían vencido y humi-
llado y a los cuales habíase comprometido a respetar tam-
bién? ;
Su rencor alcanzaba a muchos: a doña Rosalía, a Azu-
cena, a Teresa, que la injurió impunemente; a «Alegret»,
que fué el primer salvador de la secuestrada; a Borrell, que
se había convertido en defensor de todos ellos; a Lumbre-
ras, que la traicionó revelando lo que hasta entonces había
mantenido oculto.
Contra este último no podía ya pe puesto que había
* Muerto; pero los demás vivían, gozaban de su victoria y
ella preguntábase sin cesar:
—¿Cómo anonadarlos? ¿Cómo confundirlos? ¿Cómo ha-
- Cerles sufrir? :
No lo deseaba con el propósito mi la esperanza de obte-
_her de ello provecho alguno, sino sólo por el afán de des-
Dane su odio y por satisfacer Sus: perversos sentimien-
tos,
- En esto pensaba 'como siempre aquella tarde, sentada
tras los cristales del balcón de su gabinete, según hemos
- dicho, cuando vió llegar y detenerse un «auto» ante la puer-
ta dela quinta.
- La curiosidad sobrepúsose momentáneamente en ella a
- SUS preocupaciones.