Full text: [Primera parte] (1)

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Desde que obligada a ello por las postreras declaracio- 
nes de Lumbreras, se vió precisada a confesar la verdad y 
a declarar sus criminales trapisondas contra Rosalía de 
Ozores, víctima principal de las mismas, su preocupación 
era constante y siempre pensaba en lo mismo. 
¿Cómo desquitarse de la derrota sufrida? ¿Cómo des- 
ahogar su despecho en los que la habían vencido y humi- 
llado y a los cuales habíase comprometido a respetar tam- 
bién? ; 
Su rencor alcanzaba a muchos: a doña Rosalía, a Azu- 
cena, a Teresa, que la injurió impunemente; a «Alegret», 
que fué el primer salvador de la secuestrada; a Borrell, que 
se había convertido en defensor de todos ellos; a Lumbre- 
ras, que la traicionó revelando lo que hasta entonces había 
mantenido oculto. 
Contra este último no podía ya pe puesto que había 
* Muerto; pero los demás vivían, gozaban de su victoria y 
ella preguntábase sin cesar: 
—¿Cómo anonadarlos? ¿Cómo confundirlos? ¿Cómo ha- 
- Cerles sufrir? : 
No lo deseaba con el propósito mi la esperanza de obte- 
_her de ello provecho alguno, sino sólo por el afán de des- 
Dane su odio y por satisfacer Sus: perversos sentimien- 
tos, 
- En esto pensaba 'como siempre aquella tarde, sentada 
tras los cristales del balcón de su gabinete, según hemos 
- dicho, cuando vió llegar y detenerse un «auto» ante la puer- 
ta dela quinta. 
- La curiosidad sobrepúsose momentáneamente en ella a 
- SUS preocupaciones. 
 
	        
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