Full text: [Primera parte] (1)

  
  
  
  
  
CAPITULO XIX 
LA MAQUINACION DE UN COBARDE 
Sentado sobreel triste petate de su prisión, Fermín mi- 
raba con fijeza de hipnotizado sus manos, sus pobres manos. 
hinchadas, monstruosas, esmaltadas de negros coágulos de 
sangre, que habían hecho brotar las esposas al reventarle la 
piel, al hundírsele carne adentro, hasta clavarse aquellos 
malditos hierros en los propios huesos. 
¡Y esto lo habían hecho con sus manos honradas que vi- 
-—brantes de valor esgrimieran la espada batiéndose e Era a 
cuerpo con los leones africanos! 
—¡ Miserables! —murmuró Fermín, inflamada el alma en 
los más sombríos rencores: ¡No les bastaba con mi perdi- 
ción; hían querido también Nrdaiióme! ¡Ah, si pudiese esca- 
par de aquí! ¡Cuán dura y terrible habría de ser mi vengan-- 
-zal ¡Mas buenos sentimientos de/antes se han eclipsado bajo 
el rigor del castigo injusto y y ahora me siento tan feroz e im-- 
placable como mis propios verdugos! 
Sea acordó de la lima que le entregara el desventurado ge- 
 
	        
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