Full text: [Primera parte] (1)

  
  
  
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neral Albestre, y que conservaba debidamente recatada entre 
la paja de la colchoneta. 
La celda del difunto general continuaba desocupada y 
había observado que el carcelero dejó la puerta ajustada a su 
marco, simplemente. | 
¡Escapar! ¡Intentar la evasión, no por salvar una vida 
de la que había hecho ofrenda tantas veces a la Libertad y 
a la Patria, sino por vengarse! 
Movióse con penoso esfuerzo, pues todo el cuerpo dolíalo 
lo indecible y empezó a palpar la colchoneta. De improviso la 
frialdad del hierro fué advertida por sus manos febriles. ; Alí 
estaba la lima, pequeña sierpe de acero que con sus finos 
dientecillos podía reducir a polvo las argollas de sus grilletes! 
Se apoderó de ella, trómulo, convulsionado por aquel afán 
de desquite y venganza que conmovía su sér. 
Pero... casi al momento la soltó con un gesto de des- 
aliento y una maldición. 
¿Cómo iba á poder utilizarla sí tenía los dedos desbara- 
tados por culpa del infame martirio de las esposas? 
¡No! ¡Ni aquella remota esperanza de una dudosa salva- 
ción podía acariciar tan siquiera! 
Rechinó el cerrojo, chirrió la llave. Giró la puerta sobre 
sus oxidados pernios... 
En el vano se proyectaron las figuras de dos carceleros, 
y detrás de éstos, el hombre a quien más aborrecía Fermin: 
el marqués de Bisbal. 
'En la mano traía el arrogante húsar un pliego de papel 
de oficio haciéndolo flamear como si fuese un trofeo. ' 
Los dos carceleros, avanzaron; no así el marqués, que se 
quedó prudentemente en el umbral. El león estaba encade- 
  
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