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La solemnidad de ese momento de la humana vida,
inefable, único, conmueve no sólo a los hombres de alma
honrada, sino también a los canallas, a los perversos...
Un ángel, que Azucena lo era, lo esperaba a él, a él que
era un malvado, pero a quien los caprichos de la suerte
desigual, que nada reparte con justicia sobre la tierra, le
otorgaba la posesión de aquel querube.....
Inocente como una niña, bonita como un sol, ignorando
«candorosa los misterios del amor, iba a ofrecérsele como la;
flor de su nombre, ¡como la propia 'Azucena!..... :
Bajo-la temblorosa presión de sus dedos, habla cedido el
picaporte......
La puerta comenzó a entreabrirse... Por su resquicio-se
escapó un chorro de luz rosácea, que brotaba de una lám-
para de tallados cristales que era como el astro discreto del
amor en la solemnidad de la alcoba cuyo silencio profundo
sólo debían turbarlo el fragor de los besos, y esos dulcísi-
mos juramentos de pasión eterna, de amor inacabable que
suelen brotar entrecortadamente de los labios que se aman
en los momentos-cumbre del epitalamio... :
Los ojos ardientes de 'Alberto de Ferratges, en los que
ardía un fuego de sensualidad perversa, como sus manos,
que vibraban trémulas al anhelo de vencer, de profanar los
pudores de la virgen que la sociedad bárbaramente le entre-
gaba inerme a los furores morbosos de su lujuria, penetra-
ron en el interior de aquella estancia buscando a la hermo-
glsima criatura...
Pero el amplio lecho nupcial estaba intacto. Sobre “la
colcha de riquísima seda velase el embozo de la alba 'sába-
- na, orlado de encajes...