Sí
-—¡ Maldito pete Eso hizo? ¡Lo pagará muy caro!—
proftrió Andino," con inmenso despecho. pre ¡Guíanos
lebrel!
Apartaron la; maleza, unas Zarzamoras silvestres, que
servían como de parape to: a lo más profundo del barranco,
En voz baja, para que no pudiese cirlo e; marqués, An-
dino recomendó «al pistolero con apremio: Ss
——En cuanto le veas, le rematas, ¿me entiendes? Que
“aquí estoy yo para guardarte las espaldas.
El «Nano» ¡iba a decir pa coto temor al «Alegreb»,
pero se detuvo.
¡Ca! El era capaz. de matar a media artiaasia: ad, si se lo
exigían... pero no de desobedecer una orden del general, que
tenía clavados en él sus aviesos ojos de tigre, con irresis-
tible fijeza. ' :
-Agachó las orejas el dotado / agazar pado como un
perro junto a su amo asi rompió a pa nuevamente.
- El marqués de Bisbal creía entretanto pl el «Nano no
1 AnOge otra cosa que un policía disfrazado... ;
sti. Y qué bien lo hace!-—exclamó. ¿para su guertera: de re»
oribulgentes cintajos y chatarra 1 da ¡Si enter Amen
+ be parece un atracador o un bandido! :
'El general no volvió a hablar. Con las mondial apte-
tadas, con aquel su gesto peculiar de hombre de presa, apar-
taba con su propia mano los zarzales sin cuidarse de los ara
-ñazos que pudieran desgarrar su piel. 0
Y mientras el «Nano» caminaba ej” en su dios.
bra algo trémula su pistola, su euerciorivios arma de aÑe- 1.
sino profesional 'y a sueldo. E
Andino no sentía otro anhelo que: divida a E ermín. En.
: cuanto al «Nano», dea ya sabía rd era su pa e
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Mido! E te caian) ee Des e
Ad Entretanto una mujer muy hermosa: y muy joven, casi jo E
UN una niña, había. avanzado nori Le epeón de a vato dl