Full text: [Primera parte] (1)

  
  
  
  
  
  
  
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cuchábale anonadado, inmóvil y silencioso, sin valor para 
protestar de sus insultos y sin ánimos para salir del que fué 
Su encierro. 
—¡Me la roba!—pensaba desesperado, fijando su mira- 
da u la vez furibunda y temerosa, en el amoroso grupo for- 
mado por Azucena y Fermin, que seguían con las manos 
enlazadas mirándose sonrientes, cual si las ilusiones del 
porvenir al verse juntos, borrasen en ellos toda noción de 
los peligros del presente y de las amarguras del pasado. 
Era lo que más sentía, lo que más le trastornaba, y a 
pesar de ser hombre, y a pesar de ser militar y a pesar de 
haber tenido empeño hasta entonces en pasar por valiente, 
no sabía cómo impedirlo, aunque intentarlo le costara la 
vida. 
Era la presencia del «Alegret», del que ie venció, del 
que le aprisionó, del que le redujo a la impotencia, lo que 
le contenía. 
Sería capaz de repetir su hazaña si para ello le daba 
motivos, y por esto no osaba ni gritar siquiera demandando 
ayuda. 
—Conque ya lo ves, marqués de Bisbal —terminó dicien- 
do Joaquín sarcásticamente, a modo de despedida—, ya lo 
sabes;-el hombre inocente, el defensor del pueblo, el héroe 
glorioso que tú por celos y por envidia trataste de sacrifi- 
car, yo lo salvo por gratitud, por justicia y por admiración, 
en desquite y expiación de mis involuntarios delitos. 
  
»A él le espera la felicidad, y a ti te aguardan el sufri- 
miento y la vergúenza. ¡Cada cual consigue, al fin, tarde o 
temprano, su-merecido! : 
 
	        
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