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y allí permaneció inmóvil cruzando con la mirada el jardín
Para fijarla ansiosa en la puerta de entrada,
—A alguien espera—dedujo Teresa que seguía observán-
dola,
Y se preguntó inquieta:
—¿A quién será?
Al fin salió de dudas.
Llegó don Samuel y Aurelia, al verle, abandonó su ob-
Servatorio para salir presurosa a recibirle.
La joven, que no estaba acostumbrada a aquellas afec-
buosidades conyugales de su madrastra, comprendió:
—Era a mi padre a quien aguardaba.
¿Para qué?
A fin de averiguarlo, por si tenía relación con lo que a
ella tanto le preocupaba, fué a ponerse a escuchar junto a
la puerta de la habitación donde el matrimonio habíase re-
fugiado,
—¿Has ido a ver a don Feliciano como te encarcué
Preguntóle Aurelia impaciente—, para averiguar cómo ha
sabido lo que me anunció por teléfono y yo juzgué imposible
Y, sin embargo, es verdad, y para recibir sus órdenes acer-
Ca de lo que hay que hacer? :
Esto justificaba su anterior salida.
Fué en busca de su esposo para enterarle de lo que pa-
Saba.
—Si—le contestó su marido con una serenidad que casi
Podía interpretarse como indiferencia—: he ido a ver a don
Feliciano, he hablado extensamente con él y todo se ha
Puesto en claro hasta cierto punto. :
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