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mediata de Magdalena, Valiente se dispuso a acompañarle.
Alberto lo impidió diciéndole:
—No sería prudente y me opongo a ello por su propio
bien, en justa correspondencia al importante favor que aca-
ba de prestarme. Como es natural, y aunque trate de evitar-
lo, entre Magdalena y yo han de mediar reproches y quejas
que usted oiría y por los cuales se enteraría de que está
usted al tanto de todo.
» Vale más que todo parezca que lo ignore, porque tra-
tándose de una mujer como de la que se trata, podría ser
Peligroso para usted que ella supiese que conoce ciertos se-
Cretos suyos.
Al expresarse asf, ¿cómo había de sospechar el acuerdo
que entre los dos había mediado en lo mismo que le reco-
Mendaba que aparentase ignorar?
Morcillo avínose a ello proponiéndose:
—La esperaré fuera para obligarla a seguirme y la veré
en cuanto salga de aquí, y para el caso será lo mismo.
Por lo visto, conveníale hablar cuanto antes con la que
le había braicionado, después de convertirla en instrumento
de sus trapisondas.
Acaso se propusiese volver a engañarla, para de nuevo
Servirse de ella en sus intrigas.
Separáronse diciéndose:
—Hasta muy pronto.
—Hasta la hora de la ejecución.
Y encamináronse el uno a la habitación en donde había
de acabar de vestirse, y el otro a la escalera.
Entró lVerratges en la estancia, púsose rápidamente la
Suerrera y antes de abrocharla, al buscar el papel que dejó
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