Full text: [Primera parte] (1)

    
  
  
    
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¡Oh, ella no quería ir al convento que la destinaba su pa- 
dre, en modo alguno! E 
Pero... ¿cómo poder oponerse con éxito a su voluntad? 
El general era inflexible y todopoderoso. Ella era... menor 
de edad y no contaba con otro apoyo en el mundo que el de 
Fermín, que nada podía hacer en su favor. 
Sintió algo semejante a un vértigo, le temblaban las 
piernas y cayó de rodillas ante ej general... 
Un cuchitril inmundo, todo de piedra. Unas cadenas em- 
potradags al muro, con sus respectivos grilletes para ama- 
rrar al preso. Un petate de podrida paja, una banqueta de 
madera y un cantarillo de agua, completaban el exiguo me- 
naje de aquel antro. ho o | 
De nuevo vióse Fermín encadenado. Al ajustarle dos gri- 
lletes al tobillo y a la muñeca, observó el carcelero: 
¿—¿Está usted herido? : Ea OS 
El oficial, que no había desplegado sus labios hasta aquel 
instante, sometiéndose con gesto altivo a la maldad de sus 
verdugos, respondió afirmativamente. O 
—El general no ha ordenado que lo pasemos a usted a | 
- la enfermerla—se disculpó el jefe de los celadores—. ¿Sabe 
- que se encuentra usted herido? Ai pe 
-—¡Lo sabe! Pero acaso preferirá que me desangre sin 
asisfencia médica alguna —— comentó sarcástico el prisio- 
nero. ¿Ns 
LU , A e ea NA a Ab 
"Abandonó el jefe la celda en compañía de sus subordi-. 
Fermín quedó a solas con sus recuerdos y con la radian- 
   
	        
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