185
Desistió de completar por entonces sus explicaciones,
pregur:tando:
—Puesto que la casualidad o la Providencia han hecho
que te encuentre cuando no sabía a quién dirigirme para
pedirle amparo, ¿puedo contar con tu ayuda?
—Incondicional—le respondió Azucena abrazándola de
nuevo.
Volviendo a la realidad y recordando el motivo por el
que allí estaba, dijole ayudándola a incorporarse:
—Ven conmigo. ¡Voy a hacer una visita urgente, para
tratar de un asunto importante que desconozco aún. Mien-
tras tanto tú me esperarás en el «auto» que me conduce;
cuando haya hecho esa visita volveremos a reunirnos, ha-
blaremos detenidamente y haré cuanto en bien tuyo necesi-
tes y desees.
Le ofreció, para más decidirla a hacer lo que le decía:
<—No temas que te comprometa ni que te perjudique en
nada.
Convencida de ello, la hija de Morcillo, asegurábase go-
ZOSa:
—¡ Estoy salvada!
'Aunque con dificultad llegaron las dos al automóvil que
esperaba a Azucena.
—Es persona de toda confianza—dijo Azucena a Teresa,
refiriéndose a la tía Josquina.
A pesar de lo cual, no siguieron hablando en su pre
sencia.
Ya reanudarían su conversación después, cuando pudie-
ran hacerlo a solas libremente.
¡V. ¡'R.—98