Full text: [Primera parte] (1)

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miento de ello habría despertado en su corazón la gratitud, 
pero no el amor. 
Azucena era la única que, como siempre, desde que de 
ella se enamoró, reinaba en absoluto en su pensamiento. 
Después de haber amanecido, no pudiendo ya contener 
por más tiempo su curiosidad y su impaciencia, Joaquín des 
terminóse a asomarse de nuevo a la prisión contigua. 
Contribuyó a ello el que a las lamentaciones de la no- 
che anterior, había seguido un silencio completo. 
Esto le hizo temer: 
—¿Le habrán sacado de ahí sin que yo me dé cuenta? 
¿Irán a cumplir la sentencia que fué suspendida ayer? ¿Lo 
habrán conducido de nuevo a la capilla? ¿Será que, rendido 
por el dolor, a pesar de su energía y de su firmeza, está ale- 
targado y hasta quizá baya dejado de existir? 
No era ñada de todo esto; era que, a causa precisamen- 
te de las reflexiones que le hizo el que tal pensaba, Fermín 
había reaccionado, reconociendo: 
—Aunque mi felicidad sea imposible, necesito seguir vis 
viendo; para cumplir mi deber y para consagrarme al cum- 
plimiento del mismo debo aceptar la libertad. 
Y sin que por ello dejase de desear la proclamación de su 
 
	        
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