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Esta seguridad satisfizo a todos y principalmente al tío
Pedro y a la tía Joaquina, como habría satisfecho a los
nietos de éstos si se hubieran hallado presentes.
En cumplimiento de su deber, los dos jóvenes habían ido
como de costumbre, a la fábrica, para entregarse al tra-
bajo.
Hubo otra persona en quien la noticia produjo también
honda satisfacción. !
Aquella otra persona fué Luis, el hijo de Anita.
Sin que nadie se fijase en él ni se diera cuenta de ello,
mientras sus dos hermanitos jugaban en el patio de la casa,
donde los consideraba seguros, Luis, siempre más por im-
terés que por curiosidad, ocultamente lo presenciaba todo y
de todo enterábase.
Con su precocidad característica, razonó como conse-
cuencia de lo que decían:
—Si Juan León es puesto en libertad, como mi madre
está presa por causa suya, aunque él no tenga culpa en ello,
será puesta en libertad también.
Y de aquí su satisfacción.
Turbando con ello la alegría de todos, Teresa preguntó
angustiada:
—Aunque todo sea cumplido, ¿lo será también lo que
yo deseo? :
—¿Qué es lo que tú deseas?—le preguntó «Alegretn,
dispuesto a ayudarla a conseguirlo, fuese lo que fuese,
E insistió en pretender saber:
—¿Por qué estás aia ¿Qué te ha ocurrido? ¿Qué te
propones?
Sin di la presencia de los demás tuese un obstáculo.