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y de aquí que la que le acompañaba le consagrase toda su
atención, impidiéndole esto fijarse en nada más.
De no ser así, acaso hubiese visto también a la que les
observaba.
Pusiéronse de nuevo en marcha los dos automóviles.
Cumpliendo las órdenes recibidas, el ocupado por la
dama siguió a corta distancia al ocupado por los dos jÓ-
Venes.
Este detúvose en la calle del Arenal ante la puerta de
ún hotel, según indicaba el rótulo que había. en la fachada
del edificio.
El otro hizo lo mismo.
Saltando de éste, la dama ordehá al chofer:
—Espere. ¿
¡Y se dirigió presurosa a los:que deco del otro.
El caballero hacíalo ayudado por la señorita que Aba en
su compañía,
Dirigiéndose a ésta, la que se les aporgaba exclamó, ten-
diéndole los brazos: de E
—¡Edit!
—;¡Magda!—respondió ella, apresurándoso a arrojarse
- €n los brazos que se le ofrecían.
—¡Magda!—repitió el joven, no menos sorprendido.
Y quedó inmóvil, como si pretendiese inútilmente ver a
la que nombraba, con sus ojos privados por completo e luz.
Las que se abrazaron, declanse acariciándose mutuamen-
te y demostrando tanta emoción como: alegría:
—¡Tú aquí!
a casualidad ha Ja que nos cncontremos!
my Lio que yo lo deseaba!