Full text: Segunda parte (2)

  
  
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salía, a Azucena y Teresa, y el otro a Jacinto, Joaquín y 
Ramón. 
No había más habitaciones y no podían instalarse de otro * 
modo.,, 
La carencia de muebles era casi absoluta. 
Algunos cajones apolillados suplían la falta de sillas, y 
“omo los colchones eran escasos, hubieron de ser suplidos 
Por montones de paja. : 
¡Pensar que de aquel modo y por culpa suya habían de 
Vivir la esposa y la hija del general Andino, de todo un 
Ministro! 
Ellas conformábanse, sin embargo, como se conforma- 
ban los demás, y hasta sentíanse satisfechas por estas jun- 
tas, y por tener a su lado personas que les eran tan queri- 
das. 
El librarse de males mayores imponíales aquel sacri- 
£cio, 
Confiaban más que nunca en que, como era de justicia, 
aquello terminaría tarde o tempranio. 
Seguían cifrando en Fermín sus esperanzas de que así 
fuese, 
Próximas al fuego hallábanse sentadas juntas la seño- 
ta Andrea y doña Rosalía. 
Esta había sentido desde el primer instante una gran 
Compasión por aquella infeliz paralítica y muda. 
Aunque no sabía tampoco aún, como no lo sabían los 
demás, quiénes eran ella y su hijo, juzgándolos por los su- 
YOs adivinó sus sufrimientos como mujer y como madre. 
De aquí que se consagrase con empeño a acompañarla 
Y consolarla. 
V. R.—289 
 
	        
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