Full text: Segunda parte (2)

   
  
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habían sido dadas, arrojáronse sobre ellos, impidiéndoles 
hasta tocar a la que ya consideraban suya. 
La agresión de que comprendió iba a ser objeto hizo lan- 
zar a Aurora un grito de espanto, y la intervención de los 
que tan oportunamente lo impidieron hízole lanzar otro de 
alegría. 
Los dos gritos fueron oídos por el doctor Arús, inte- 
rrumpiéndole en el estudio a que estaba entregado. 
—¡La voz de mi hija! —reconoció al punto. 
Y lleno de terror corrió a la puerta, con toda la ligereza 
que le permitían sus años. 
Desde la tapia del huerto, Aurelia y los que la acompa- 
fiaban, lo presenciaron todo. 
Al ver salir a los pistoleros, Guillermo quiso saltar por 
encima de la tapia para acudir en auxilio de la joven; pero 
'Aurelia le contuvo, ordenándole: 
—;¡Quieto! 
Luego, cuando aparecieron los guardias, añadió: 
—Ya ve que no era preciso. 
Llena de satisfacción, exclamó: 
—;¡Todo ha terminado y ha sucedido como yo deseabal 
Dirigiéndose a la puerta, indicó: 
—Salgamos. 
Por su actitud y sus palabras, los que la acompáñaban 
comprendieron que aquello era lo que anunció que pasaría, 
pidiéndoles que lo presenciaran y que la solución satisfac- 
toria que había tenido era obra suya. 
La siguieron sin vacilar, emocionados y contentos. 
Llegaron junto a Aurora en el preciso momento en que 
el jefe de policía, que también habíase presentado, explica- 
  
   
 
	        
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