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Era. orgulloso, duro de corazón, aficionado al vicio y SsO-
berbiamente despótico con los que consideraba inferiores
a él.
Todo esto lo disimulaba tan bien, que eran muchos los
que crelan:
—Es un santo.
Hacía una doble vida de rectitud aparente y de maldad
verdadera.
Pero por lo que más contrarió al señor Valdés la mane-
ra de ser del joven, fué por sus ideas.
Era político entusiasta, aunque fingía indiferencia por
la política como por: todo, y partidario decidido de los que
escalaban el poder mediante la maldad y la intriga y repre-
sentaban la tiranía y el despotismo.
En vano intentó disuadirle de ello.
El condesito mostrábase convencido por sus razones, pe-
ro el abogado comprendía: :
—Bigue pensando en lo mismo y por cobardía no se atre-
ve a sostenerlo.
¡Cuando Jorge estuvo en edad propia para ello, siempre
en cumplimiento de su deber, invitóle a seguir una carrera.
El por su voluntad no habría estudiado ni se habría ocu-
Pado en nada.
¿Para qué lo necesitaba, siendo como era tan rico?
Hasta lo consideraba un desprestigio para «su nobieza.
Pero su tutor hízole comprender que todos tenemos la
obligación de ocuparnos en algo y de procurar ser útiles
para algo, y él siempre con hipócrita docilidad, escogió la
carrera de abogado como hubiese podido escoger cualquier
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