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—Para defender a mi hijo, para protegerle, para sal-
varle, no dispongo de otro medio que el de amenazar con
la publicación de lo que sé, aunque con ello me comprometa
también. Ese es el objeto del artículo publicado y de los
que seguirán publicándose, si a ello se me obliga.
Concretó añadiendo:
—81 tú respetas a mi hijo y a las personas que le acom-
pañan y a cuantos por él se interesan.
Advirtió enérgicamente:
—Porque la gratitud y el deseo de remediar en lo po-
sible los males que causé, me obligan a interesarme también
por otras personas: por Rosalía, que fué mi víctima; por
Azucena, que es víctima también de injustas desventuras;
por mi hijastra, que hubo de abandonarme para librarse de
mi maldad; por «Alegret» que la ama y es correspondido
por ella. a
Ignoraba o no quiso decir que «Alegret» hubiese resul-
tado ser hijo de doña Rosalía.
—Por todos, en fin—continuó—, los que son buscados y
creísteis haber conseguido apoderaros de ellos en Valencia,
y por todos los que les hayan protegido y amparado.
Aludía sin nombrarles, para no comprometerles, a los
que en su compañía los tuvieron en Valencia, y a los que
en su compañía les pudieran tener en Madrid.
Mencionados todos aquellos a quienes hacía extensiva
su protección, siguió exponiendo:
—S1 dejan de ser buscados y perseguidos, si no intentan
nada 'en- contra suyo, si su paradero llegan a saber sin in-
tentar averiguarlo; si de ahora en adelante no tienen nada
que temer a ti, los artículos anunciados no se publicarán,
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