Full text: Segunda parte (2)

         
    
    
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efusivamente, ambas dejaron escapar también una excla= 
mación que no fué de espanto, sino de gozo. 
—¡El teniente Fermín! 
—¡Ya le tenemos aquí! 
Y limitáronse a estrechar sus manos, aunque de buena 
gana le habrían abrazado también. 
Hasta Julio, que estaba en los brazos de su abuela, pa- 
reció reconocerle, pues besándole le dijo como nal VELAS: 
—¡Papá! 
Sí, Fermín era. 
Cumplía su deseo y su promesa de presentarse allí lo 
más pronto posible, según supusieron al saber que había 
salido del hospital, y por prudencia hacfalo en aquella for- 
ma y a aquella hora. 
Sin desatender los afectuosos saludos con que era reci- 
bido, correspondiendo a ellos, preguntó: 
—¿Y Azucena? 
'Ansiaba verla cuanto antes. 
Sobreponiéndose al egoísmo disculpable de su' amor, 
agregó: 
—¿Y su madre? ¿Y «Alegret»? Están todos aquí en sal- 
yo, en cumplimiento de lo que dispuse? 
Miraba'inquieto hacia la casa, extrañándole que aque- 
llos por quienes preguntaba no salieran también a recibirle. 
—TLas personas por quienes pregunta—le respondió Gui- 
llermo—, no están ya aquí. 
Apresuróse a agregar, para atenuar el efecto causado 
por lo que decía: 
—Pero están cerca de aquí y en lugar seguro. 
 
	        
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