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Valencia ella le hizo, a cambio de la libertad de los que con
sus declaraciones podían comprometerle, como ya se ha he-
cho. El único obstáculo para que Jorge cumpliera su pala-
bra era ignorar el paradero de Aurelia y ya lo sabe.
—¿Quién se lo ha dicho?
—Yo.
—¿También lo sabes?
«—Ahora mismo acabo de comunicárselo.
—¿Cómo lo has descubierto?
—De la manera más fácil y sencilla. ¿No hemos descu-
bierto el refugio de aquellos por los que Aurelia se interesa
y a los cuales defiende de nosotros con sus amenazas? Pues
allí a su lado, junto a su hijo, debe de estar también ella.
—Eso no es más que una suposición. E
—Fundada.
—¿Y si te equivocas?
—$i Aurelia no se oculta allí, puesto que allí está su
hijo, irá alguna vez a verle.
—Probablemente.
—¿Cómo ha de renunciar a ver a aquél por el que hace
lo que hace?
.
—Lo uno estaría reñido con lo otro.
—Pues para el caso será lo mismo que si allí viviera. Jor-
ge vigilará aquellos alrededores, la verá, la descubrirá, y,
todo lo demás queda por cuenta Hui
Ferratges amenazó:
—¡Ay de él si no cumple lo petit
Y volvió a afirmar: :
De Aurelia Reyes nos veremos libres muy pronto.
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