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—La segunda, que firme este papel.
Y leyó lo escrito en el que tenía en la mano.
Lo leído era una confesión completa de lo que Falset
espontáneamente había declarado antes: de que por orden
de don Feliciano Andino y del marqués de Bisbal, había
intentado asesinar traidoramente a Aurelia Reyes, para li-
brar de la defensa de ésta a las personas por quienes se in-
teresaba y poder proceder también en contra suya.
Y citaba a continuación esas personas que eran doña Ro-
salía, Azucena, Teresa, Ramón, Joaquín, la señora Andrea,
Jacinto, Aurora, el doctor Arús, Guillermo y la madre y la
hermana de éste; todos aquellos, en fin, que podían temer
algo de aquellos a quienes se mencionaba.
«——Aht falta usted—intervino «Alegret», que interesába-
se como siempre, por el que tanto quería.
Agradeciendo su observación con una sonrisa, Fermín re-
plicóle:
-—Yo no necesito que nadie me defienda, aunque lo agra-
dezca/ a los que así se esfuerzan en hacerlo; desprecio a los
que me atacan ocultamente, no siendo'capaces de hacerlo,
cara a cara, y me bastaré por mí solo para defenderme de
ellos.
Y continuó diciendo al que aquella condición imponía:
—S$i firma usted será puesto en libertad inmediatamen-
te, según le he dicho, y este documento nos servirá de res-
guardo por si falta usted al cumplimiento de lo que antes .
ha prometido.
No dió a entender que le concediera más importe acia ni
lo dedicara a otros fines, y agregó:
SP no firma, será usted conducido ahora mismo a pre-
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