costumbres del taller no eran mejores que las
del salon.
Al ir por primera vez á su trabajo, la aparien-
cla enfermiza de su persona, la distinguida pali-
dez de su rostro, la blancura de sus manos, que
hasta entonces habian estado ociosas, le valieron
Un recibimiento lleno de ironía y de insultos
por parle de sus nuevos compañeros. Ulrico, re-
signado á sus humildes funciones de aprendiz.
sufrió pacientemente y sin contestar todas las
Opresiones y todas las injurias de que era objeto
á causa de su aparente debilidad y de su modo
de hablar que no tenia nada de comun con el
vocabulario de taberna. Mas tarde, cuando la
práctica de trabajar hubo desarrollado sus fuer-
zas, cuando el trabajo hubo encallecido sus ma-
hos y curtido su rostro lleno de varonil virilidad,
los que en otro tiempo habian abusado de su
fuerza para insultarle y oprimirle, cambiaron |
repentinamente de lenguaje y modales respecto
á él.
Al cabo de un año de permanencia en el ta-
ller, Ulrico, cuya inteligencia no habia podido
menos de llamar la atencion de sus jefes, fué
nombrado contramaestre. Este nombramiento
levantó un coro de recriminaciones vergonzosas
y envidiosas entre sus compañeros de trabajo, y.
el dia en que Ulrico se presentó por primera vez
en el taller para desempeñar sus nuevas funcio-
nes, la conspiracion estalló de un modo tan
amenazador que hizo necesaria la intervencion
de los jefes.
—¿Qué hay? preguntó uno de ellos adelantán-
dose hácia los obreros sublevados.
—Hay que no queremos al señor por contra-.
hablabais de igualdad, pues bien, vosotros que
maestre, dijo uno de los obreros señalando á Ul-
rICO. j
—¿Por qué no le quereis? preguntó el patron.
—Porque es humillante para nosotros aceptar
por contramaestre á uno que hace un año era
nuestro aprendiz.
—¿Y qué prueba esto? repuso el dueño.
—Prueba, continuó el obrero que empezaba
á titubear, prueba que somos todos iguales y que
no deben hacerse injusticias. Hay hombres que
- hace diez años que trabajan en la casa, y es hu-
millante para ellos que un estraño ocupe de un
salto el primer buen empleo que se encuentra
vacante.
—¡Sí, es injusto! murmuraron todos los obre-
ros para animar al que defendia sus intereses.
— ¡Abajo Márcos Gilbert! esclamaron algunas
voces ¡abajo el señorito!
—Además de esto ¿por qué habeis despedido
á Pedro? Pedro era un buen hombre que mante-
nia á su mujer y á.sus hijos con su trabajo.
MUSEO DE NOVELAS.
ros habian vuelto silenciosamente á
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— ¡Silencio! gritó el dueño con imperioso acen-
to, cuidado que nadie diga una palabra mas. No
tengo que daros cuenta de mis actos; hago lo
que mejor me parece. Si Pedro ha perdido su
empleo, es tanto mas culpable cuanto que, expo-
niéndose á perderlo, dejaba á su mujer y á sus
hijos en la miseria. Pedro era un perezoso que
favorecia la pereza; para vosotros era un buen
hombre y le echais de menos porque os contaba
como empleadas en el trabajo, algunas horas que
pasabais en la taberna. Para mí, Pedro era un
ladron... :
Un murmullo salió de entre los obreros, pero
un gesto del patron lo comprimió enseguida.
—He dicho que era un ladron, y lo repito, y
todos los que admiten dinero que no han gana-
do son mala gente. Pedro ha abusado de mi con-
fianza y, sin embargo, he tenido consideracion
á su situacion y á la de su familia. Pero cuanto
mas indulgente era yo, mas incorregible se ha-
cia él. Yo habria sido culpable con mis asocia-
dos, si en vista de esto hubiera seguido conser-
vando en mi casa á un hombre que comprometia
mis intereses. La honradez consiste en cumplir
el deber; yo he cumplido el mio, luego he sido
justo despidiendo á Pedro, y soy justo poniendo
en su lugar áun hombre digno y honrado, la-
borioso é inteligente. ¿Hs acaso falta mia el que,
entre todos los obreros que hace diez años que
trabajan en la casa, no haya encontrado ninguno
que reuniera las circunstancias necesarias para
desempeñar la plaza vacante? ¿Es culpa mia que
el aprendiz que hace un año era mandado por
todos los del taller, sea hoy el único digno de
mandar á todos los demás? Hace un momento
tanto hablais, no sois los iguales de Márcos Gil-
bert. No sois iguales entre vosotros, puesto que
ganais jornales diferentes; los que os predican
esa igualdad son locos; y vosotros sabeis perfec-
tamente, cuando vais á cobrar la paga, que los
que trabajan mas y mejor, deben cobrar mas
que los que trabajan menos y peor. Así, pues,
desde este momento Márcos Gilbert es vuestro
contramaestre. Es otro yo, y quiero que sea res-
petado y obedecido como yo mismo. Y ahora los
que no estén contentos, pueden irse.
Mientras el patron decia esto, todos los obre-
4 su lra-
bajo.
—Este hombre es usb pensó Ulrico mirando
á su patron. |
—Señor Márcos Gilbert, le dijo este, hace un
año que habeis entrado en mi casa en clase de
aprendiz; hoy vais á ocupar en ella el primer
¡puesto despues del mio. No es un favor que os