Full text: no. 6 (1883,6)

  
  
  
   
   
costumbres del taller no eran mejores que las 
del salon. 
Al ir por primera vez á su trabajo, la aparien- 
cla enfermiza de su persona, la distinguida pali- 
dez de su rostro, la blancura de sus manos, que 
hasta entonces habian estado ociosas, le valieron 
Un recibimiento lleno de ironía y de insultos 
por parle de sus nuevos compañeros. Ulrico, re- 
signado á sus humildes funciones de aprendiz. 
sufrió pacientemente y sin contestar todas las 
Opresiones y todas las injurias de que era objeto 
á causa de su aparente debilidad y de su modo 
de hablar que no tenia nada de comun con el 
vocabulario de taberna. Mas tarde, cuando la 
práctica de trabajar hubo desarrollado sus fuer- 
zas, cuando el trabajo hubo encallecido sus ma- 
hos y curtido su rostro lleno de varonil virilidad, 
los que en otro tiempo habian abusado de su 
fuerza para insultarle y oprimirle, cambiaron | 
repentinamente de lenguaje y modales respecto 
á él. 
Al cabo de un año de permanencia en el ta- 
ller, Ulrico, cuya inteligencia no habia podido 
menos de llamar la atencion de sus jefes, fué 
nombrado contramaestre. Este nombramiento 
levantó un coro de recriminaciones vergonzosas 
y envidiosas entre sus compañeros de trabajo, y. 
el dia en que Ulrico se presentó por primera vez 
en el taller para desempeñar sus nuevas funcio- 
nes, la conspiracion estalló de un modo tan 
amenazador que hizo necesaria la intervencion 
de los jefes. 
—¿Qué hay? preguntó uno de ellos adelantán- 
dose hácia los obreros sublevados. 
—Hay que no queremos al señor por contra-. 
hablabais de igualdad, pues bien, vosotros que 
maestre, dijo uno de los obreros señalando á Ul- 
rICO. j 
—¿Por qué no le quereis? preguntó el patron. 
—Porque es humillante para nosotros aceptar 
por contramaestre á uno que hace un año era 
nuestro aprendiz. 
—¿Y qué prueba esto? repuso el dueño. 
—Prueba, continuó el obrero que empezaba 
á titubear, prueba que somos todos iguales y que 
no deben hacerse injusticias. Hay hombres que 
- hace diez años que trabajan en la casa, y es hu- 
millante para ellos que un estraño ocupe de un 
salto el primer buen empleo que se encuentra 
vacante. 
—¡Sí, es injusto! murmuraron todos los obre- 
ros para animar al que defendia sus intereses. 
— ¡Abajo Márcos Gilbert! esclamaron algunas 
voces ¡abajo el señorito! 
—Además de esto ¿por qué habeis despedido 
á Pedro? Pedro era un buen hombre que mante- 
nia á su mujer y á.sus hijos con su trabajo. 
  
MUSEO DE NOVELAS. 
  
  
  
  
ros habian vuelto silenciosamente á 
  
   
41 
— ¡Silencio! gritó el dueño con imperioso acen- 
to, cuidado que nadie diga una palabra mas. No 
tengo que daros cuenta de mis actos; hago lo 
que mejor me parece. Si Pedro ha perdido su 
empleo, es tanto mas culpable cuanto que, expo- 
niéndose á perderlo, dejaba á su mujer y á sus 
hijos en la miseria. Pedro era un perezoso que 
favorecia la pereza; para vosotros era un buen 
hombre y le echais de menos porque os contaba 
como empleadas en el trabajo, algunas horas que 
pasabais en la taberna. Para mí, Pedro era un 
ladron... : 
Un murmullo salió de entre los obreros, pero 
un gesto del patron lo comprimió enseguida. 
—He dicho que era un ladron, y lo repito, y 
todos los que admiten dinero que no han gana- 
do son mala gente. Pedro ha abusado de mi con- 
fianza y, sin embargo, he tenido consideracion 
á su situacion y á la de su familia. Pero cuanto 
mas indulgente era yo, mas incorregible se ha- 
cia él. Yo habria sido culpable con mis asocia- 
dos, si en vista de esto hubiera seguido conser- 
vando en mi casa á un hombre que comprometia 
mis intereses. La honradez consiste en cumplir 
el deber; yo he cumplido el mio, luego he sido 
justo despidiendo á Pedro, y soy justo poniendo 
en su lugar áun hombre digno y honrado, la- 
borioso é inteligente. ¿Hs acaso falta mia el que, 
entre todos los obreros que hace diez años que 
trabajan en la casa, no haya encontrado ninguno 
que reuniera las circunstancias necesarias para 
desempeñar la plaza vacante? ¿Es culpa mia que 
el aprendiz que hace un año era mandado por 
todos los del taller, sea hoy el único digno de 
mandar á todos los demás? Hace un momento 
tanto hablais, no sois los iguales de Márcos Gil- 
bert. No sois iguales entre vosotros, puesto que 
ganais jornales diferentes; los que os predican 
esa igualdad son locos; y vosotros sabeis perfec- 
tamente, cuando vais á cobrar la paga, que los 
que trabajan mas y mejor, deben cobrar mas 
que los que trabajan menos y peor. Así, pues, 
desde este momento Márcos Gilbert es vuestro 
contramaestre. Es otro yo, y quiero que sea res- 
petado y obedecido como yo mismo. Y ahora los 
que no estén contentos, pueden irse. 
Mientras el patron decia esto, todos los obre- 
4 su lra- 
bajo. 
—Este hombre es usb pensó Ulrico mirando 
á su patron. | 
—Señor Márcos Gilbert, le dijo este, hace un 
año que habeis entrado en mi casa en clase de 
aprendiz; hoy vais á ocupar en ella el primer 
¡puesto despues del mio. No es un favor que os 
  
	        
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