Full text: no. 8 (1883,8)

  
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A 
  
64 MUSEO DE NOVELAS. 
EA TNVIDA TUVE NTE 
(Continuacion). 
¡Qué á tiempo me has amado, mi pobre Ro-. 
sita! ¡si supieras qué bien has hecho en amar- 
me...! Ahora no soy el mismo de antes; lu amor 
me ha trasformado. Todo está cambiado en mí y 
fuera de mí. Malas pasiones; instintos de ódio; 
desprecio de los hombres, todo lo que yo tenia 
de malo, todo lo he dejado en el fondo de mi pa- 
sado tenebroso. Renazco á la luz del dia, puro 
como un niño; saludo la vida como una cosa bue-. 
na que he maldecido y despreciado largo tiempo. 
Y todo porque te amo y me amas. 
Rosita, que no estaba versada en el dicciona-. 
rio familiar de las pasiones exaltadas como la de 
Ulrico, no comprendia bien el sentido de las pa- 
labras de que este se servia, pero adivinaba el 
falta de palabras, le contestaba con | 
sentido y, á 
caricias. 
Durante un año vivieron completamente fe- | 
lices. 
Ulrico y Rosita seguian trabajando cada uno 
en su taller. Como hacian la vida arreglada y 
tranquila de los matrimonios de obreros laborio- 
sos y honrados, todos creian que estaban casa- 
dos y mas de-una vez sus vecinos trataron de 
entablar relaciones de amistad con ellos. 
Pero uno y otro preferian continuar en la so- 
ledad de su amor, y se habian esforzado siempre 
en vivir apartados de toda relacion con los es- 
tranos. 
Un dia en que Rosita estaba fuera, Ulrico reci- 
-bió la visita de un jóven que le llevaba una carta. 
Esta carta iba Augida al conde Ulrico de Rou- 
vres. 
Ulrico no pudo menos de palidecer al leer el 
sobre. 
—V. se equivoca, dijo al jóven que se la habia 
llevado, esta carta no es pera mí... Yo me llamo 
Marcos Gilbert. 
- —¡Oh! señor conde, no tema V. ninguna in- 
discrecion de mi parte, contestó sonriendo el jó- 
ven. Vengo de parte del señor Morin, su notario 
de V. Este tenia molivos muy graves para bus- 
car á V. y solo despues de mucho trabajo hemos 
podido averiguar su paradero... Sé que esa carta 
es para V., porque le conozco á V., de verle en 
el despacho de mi principal. En esa carta verá us- 
ted los motivos que han obligado al señor Morin 
á turbar su incógnito de V. 
Ulrico comprendió que era inútil fingir mas 
tiempo y leyó el contenido de la carta de su no- 
tario. 
Decia así: 
«Señor conde: 
¡»Estando á punto de vender mi estudio, deseo 
¡tener una entrevista con V. para darle cuenta 
“de los fondos que se sirvió V. confiarme hace 
¡diez y ocho meses. Desde entonces los nueve- 
| | cientos mil francos que puso V. entre mis manos, 
¡han aumentado casi en una tercera parle, gra- 
¡cias á haberlos empleado ventajosamente en ma- 
“nos de cuya seguridad puedo responder á V. para 
¡lo sucesivo. Tengo toda nuestra contabilidad en 
regla y desearia enseñársela á V. antes de ven- 
¡der mi estudio. Ruego á V., pues, que me haga 
ol obsequio de darme una cita. V. me dirá que 
es lo que prefiere, si que yo reciba en mi casa 
al señor conde Ulrico de Rouvres, ó que yo vaya 
á casa de Marcos Gilbert. 
»Queda de V., etc. 
MORIN.» 
—Conteste V. al señor Morin que iré á verle 
mañana, dijo Ulrico despues de haber leido esta 
carta que venia á recordarle bruscamente su pa- 
sado. La lectura de ella hizo que se dejara llevar 
por una corriente de ideas que hicieron cubrir 
¡su frente con una nube de tristeza. 
Cuando Rosita volvió á casa por la noche notó 
aquel cambio, pero Ulrico respondió á sus pre- 
guntas diciéndola que estaba algo indispuesto. El 
dia siguiente fué á ver su notario y, despues de 
haber escuchado con la mayor indiferencia las ex- 
plicaciones que el señor Morin le dió acerca de la 
administracion de su fortuna, le rogó que traspa- 
sara á su sucesor todos los poderes que él le habia 
dado. Insistió, sobre todo, para que en el porve- 
nir bajo ningun pretexto se violara su incógnito. 
—¿No desea V. algun dinero? le dijo el notario. 
—: ¿Dinero? no, ya gano yo... dijo Ulrico. 
Y volvió á su casa con el ánimo mas tranquilo 
y la frente mas serena, volviendo á encontrar al 
lado de Rosita la tranquila y encantadora fami- 
liaridad que el incidente de la víspera habia en- 
friado un poco. Pero la desgracia se habia ya 
abierto brecha en aquella casa. 
Poco tiempo despues la fábrica en que Úlrico 
estaba empleado como contramaestre, fué devo- 
rada por un incendio. Ulrico buscó trabajo en 
otros establecimientos; trató de colocarse aunque 
fuera como simple obrero, pero en aquel momen- 
Lo se alravesaba una gran crísis comercial y los 
trabajos de su industria estaban casi paralizados. 
Ulrico se encontró con los brazos libres, con esa 
triste libertad de la miseria; y él, ultramillona- 
para quien la falta de trabajo es tambien la épo- 
ca de la miseria. 
(Se continuará.) 
  
Gracia: Tip. de J. Aleu y Fugarull, Sta. Teresa, 10. 
rio, comprendió el espanto del padre de familia 
  
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