Full text: no. 14 (1883,14)

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MUSEO DE 
una esplosion, para que con ella la mina diese! 
fuego; y el fuego e ver claro. 
—;¡Negocios de policía! esclamó el rey reco- 
giendo las palabras de Treville, ¡asuntos de po- 
licía! ¿y qué entendeis de esto? Meteos con vues- 
tros mosqueteros, y no me rompais la cabeza. Al 
oiros parece que si por desgracia prendiesen á 
un mosquelero, la Francia estaria en peligro. 
¡Ah! ¡cuánto ruido por un mosquetero! ¡Yo haré 
prender á diez, voto vá! ¡ciento si es menester, 
á toda la compañía! y no quiero que se pronun- 
cie una palabra. 
—Desde el instante en que sean sospechosos 
á V. M., contestó Treville, los mosqueteros son 
culpables: tambien me veis, señor, pronto á en- 
tregaros mi espada, porque despues que el señor 
cardenal ha acusado á mis soldados, no dudo que 
concluirá por acusarme: así mas vale que me 
constituya prisionero con Athos, que ya está 
preso, y con d'Artagnan, que seguramente lo 
estará. 
—Cabeza gascona, ¿acabareis? dijo el rey. 
—Señor, contestó Treville sin bajar en nada 
la voz, mandad que me vuelvan mi mosquetero, 
ó que sea juzgado. 
—Lo juzgarán, dijo el cardenal. 
—¡Bien! tanto mejor, pues entonces pediré á 
su Majestad el permiso de defender su causa. 
El rey temió un rompimiento. 
—Si su Eminencia, dijo, no tuviera motivos 
personales... 
El cardenal vió venir al rey, y le salió al en- 
cuentro. 
—Perdonad, difo: pero desde el instante en 
que V. M. crea que soy un juez con prevencion, 
desisto. 
— Veamos, dijo el rey, ¿me jurais por mi pa- 
dre que Athos estaba en vuestra casa mientras 
pasó aquel suceso y que no ha tenido parte en 61? 
—Por vuestro glorioso padre, y por vos mis- 
mo, que sois lo que amo y venero mas en el 
mundo, lo juro. 
—Tened á bien reflexionar, señor, dijo el car- 
denal. Si soltamos así al preso, no se qn sa- 
ber la verdad. 
—Athos estará, añadió Treville, pronto á res- 
ponder siempre que los togados gasten interro— 
garle, No desertará, señor cardenal; estad bran- 
quilo, yo respondo de él. 
—Al fin no desertará, dijo el rey, y lo encon- 
trarán siempre, como dice Treville. Además, aña-. 
dió bajando la voz, y rirando con aire suplican- 
le á su Eminencia, démosles seguridad, esto es 
política. 
Esta política de Luis XIII hizo sonreir á Ri- 
chelien. | 
  
  
  
NOVELAS. - 107 
—Mandad, señor, dijo, teneis el derecho de 
gracia. 
—El derecho de gracia solo se aplica á los cri- 
minales, observó Treville, que queria saber la 
última determinacion del rey, y mi mosquetero 
es inocente. No es gracia la que vais á hacer, 
señor, sino justicia. 
—¿Está en Fort-1'Eveque? preguntó el rey. 
—Sí, señor, é incomunicado, en un calabozo 
como el mayor de los criminales. 
—i¡Qué diablos! murmuró el rey, ¿qué es ne- 
cesario hacer? 
—Firmar la órden de ponerlo en libertad, y 
todo queda concluido, contestó el cardenal: creo 
como V. M. que la garantía de Treville es mas 
que suficiente. 
Treville se inclinó con respeto y con una ale- 
gría que no estaba exenta de temor; pues hubie- 
ra preferido una tenaz resistencia por parte del 
cardenal á aquella facilidad repentina. 
El rey firmó la órden de libertad, y Treville 
la llevó al instante. 
En el momento de salir, el cardenal le saludó 
con una sonrisa amistosa, y dijo al rey: 
—Muy buena armonía reina entre los jefes y 
soldados de vuestros mosqueteros, señor, cosa 
que es muy útil para el servicio y muy honrosa 
para todos. 
—Sin duda me irá á jugar ahora alguna mala 
pasada, decia Treville; pues no se saca nunca 
nada en claro de un hombre semejante. Pero 
apresurémonos, pues el rey puede mudar de pa- 
recer á cada instante; y al fin y al cabo, mas di- 
fícil es volver á llevar á la Bastilla ó á Fort-1'Eve- 
que á un hombre que ha salido de ella, que cus- 
todiar á un prisionero que se tiene allí. 
Treville hizo triunfalmente su entrada en Fort- 
l'Eveque, de donde sacó al mosquetero que no 
habia abandonado su pacífica indiferencia. 
En seguida, la primera vez que volvió á ver 
á d'Artagnan, le dijo: 
—¡De buena habeis escapado! Ya habeis co- 
brado la estocada que disteis á Jussac. Queda 
aun la de Bernajoux, pero será necesario que no 
os fieis mucho. ] 
Seguramente que Treville tenia razon en des- 
confiar del cardenal, y creer que no estaba todo 
concluido, pues apenas cerró la puerta tras sí el 
capitan de los mosqueteros, cuando su Bennen- 
cia dijo al rey: 
—Ahora que estamos solos, vamos á hablar 
con formalidad, si V. M. gusta, señor. Buckin- 
gham ha estado en París cinco dias, y no se ha 
ido hasta esta mañana. 
 
	        
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