112 : MUSEO DE NOVELAS.
—Muy al contrario, señor, dadla el ejemplo: : al cardenal cuando habia de verificarse la fun-
vos habeis cometido la falta, sospechando de la
reina y...
—;¡ Yo ceder el primero! dijo el rey; ¡nunca!
—Señor, os lo suplico.
—A mas ¿qué modo habria de ceder yo el
primero?
—Uno muy sencillo que sabeis le gusta mucho.
—¿Cuál es?
—Dad un baile: no ignorais cuanto gustan á
la reina los bailes: y os respondo que su rencor
no podrá resistir 4 semejante atencion.
—Señor cardenal, ya sabeis que no me gus-
tan esos placeres mundanos.
—Por eso os estará la reina mas reconocida,
pues que sabe vuestra antipatía á todos esos
placeres: además será una ocasion para ella de |
ponerse los hermosos herretes de diamantes que |
le regalasteis el dia de su sanlo, y que aun no
ha tenido ocasion de lucir.
—Veremos, señor cardenal, va veremos, dijo
el rey, que en su alegría por haber hallado cul-
pable á la reina de un crímen del cual no hacia
el menor caso, é inocente de una falta que tenia |
en mucho, estaba pronto á hacer las amistades
con ella: ya veremos, repitió; pero, os aseguro |
que sois demasiado indulgente.
—Señor, añadió el cardenal, dejad la severl-
dad para los ministros; la indulgencia es una
virtud real: usad de ella, y ya vereis que es lo.
mojor.
Entonces, oyendo el cardenal que el reloj da- |
cion, y este la diferia siempre bajo un pretesto
cualquiera. Así pasaron diez dias.
El octavo despues de la escena que acabamos
de referir, el cardenal recibió una carta con se-
Mos de Londres que solamente contenia estas
líneas:
«Están ya en mi poder, pero no puedo salir de
' Londres, porque me falta dinero; enviadme qui-
_nientos escudos, y cuatro ó cinco dias despues de
haberlos recibido estaré en París.»
El mismo dia en que recibió el cardenal esta
carta, el rey le hizo su acostumbrada pregunla.
Richelieu contó por los dedos, y dijo para sí
muy bajo:
—Llegará, dice, cuatro ó cinco dias despues
que haya recibido el dinero: el dinero necesita
cuatro ó cinco para ir, y otros tantos ella para
venir, la suma diez dias: ahora es menester con-
tar con los vientos contrarios, las casualidades y
flaquezas mujeriles: por consiguiente pongamos
doce dias.
—Vamos, señor duque, dijo el rey, ¿habeis ya
calculado?
—Sí, señor: hoy estamos á 20 de setiembre:
los regidores de la ciudad dan una fiesta el 3 de
octubre. Esto viene perfectamente, pues os qui-
tará la apariencia de que cedeis á la reina.
En seguida añadió el cardenal:
su majestad, que deseais ver que tal le sientan
los herretes de diamantes.
ba las once, se inclinó profundamente, pidió
permiso al rey para retirarse, y le suplicó que
le reconciliase con la reina.
Ana de Austria, que de resultas de la carta
esperaba alguna reprension, se quedó muy ad-
mirada viendo que el rey hacia al dia siguiente
con ella todas las tentativas posibles para una
reconciliacion. Su primer impulso fué de resis-
tirla: su orgullo de mujer y su dignidad de rei-
na habian sido harto cruelmente ofendidos para
rendirse á la primera tentativa; pero vencida
por los consejos de sus doncellas, aparentó que |
empezaba á olvidar. El rey se aprovechó de este
momento para decirle que muy pronto esperaba
dar una funcion. ON
Era' esto una cosa tan rara para la pobre Ana
de Austria, que con aquella noticia, segun lo ha-
bia previsto el cardenal, desapareció hasta el úl-
timo vestigio de sus resentimientos, si no de sú
| CAPITULO XVII
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La familia Bonacieux.
ra la segunda-yez que el car-
denal habló al rey acerca de los
<- herretes de diamantes. Luis
3E) trece se admiró de aquella in-
1 sistencia, y Creyó que seme-
Ss) PNL jante recomendacion. encer-
7 raba algun misterio. “.-
Varias veces se vió humillado el rey de que el
cardenal, cuya policía sin haber alcanzado el
| grado de perfeccion á la moderna, era escelente,
| estuviese “mejor instruido que él de lo que pa-
'saba en su*propia familia. Esperó tener una con-
1
Í
|
¡de ella, para' volver luego á donde estuviese su
—A propósito, señor, no os olvideis de decir á
'¡vérsacion con Ana de Austria, sacar alguna luz.
corazon; á lo menos de su semblante. Preguntó | Eminencia con algun secreto, el cual, ora este
cuando debia verificarse aquella fiesta, pero el, lo'supiese ora no, de todos modos le realzaria mu-
ee
rey le respondió qué para esto.necesitaba ponerse chísimo en el concepto del mismo.
de acuerdo con el cardenal. | ; (Se continuará.)
Efectivamente todos los dias preguntaba el rey | “Gracia: Tip. de J. Aleu y Fugarull, Sta, Teresa, 10.