Full text: no. 24 (1883,24)

  
186 
MUSEO DE 
LOS TRES MOSQUETEROS | 
(Continuacion). 
Athos pronunció aquellas palabras de una ma- 
nera tan natural, que d'Artagnan estuvo á punto 
de creerle. 
—¡Oh! en efecto, eso es, repuso el jóven tra- 
tando de averiguar la verdad, eso es; recuerdo 
confusamente cual si fuese un sueño, que habla- 
mos de ahorcados. | 
— ¡Ah! ya lo veis, dijo Athos perdiendo el co- 
lor, pero tratando de reirse; yo estaba bien se- 
guro; los ahorcados son-mi pesadilla. 
—5Sí, sí, contestó d'Artagnan, y ahora que me 
acuerdo; sí, se trataba... escuchad... se trataba 
de una mujer. 
—¿Lo veis? dijo Athos, poniéndose casi lívido, 
esa historia de una mujer rubia es mi historia 
favorita, y cuando la cuento, es porque estoy en- 
teramente borracho. | 
—SÍ, esa es, dijo d'Artagnan, la historia de la 
mujer rubia, grande y bella 
—Sí, que fué ahorcada. 
—Por su marido, que era un señor que vos 
conociais, dijo d'Artagnan mirando fijamente á 
| 
1] 
, Y Con ojos azules. 
| 
Athos. , | 
—Pues bien, ya veis no obstante, como se 
compromete á un hombre, cuando no se sabe lo! 
que se dice, continuó Athos encogiéndose de 
hombros como si él mismo se hubiera tenido lás.. 
tima. Decididamente, no quiero embriagarme 
mas, d'Artagnan; es una costumbre muy mala. 
D'Artagnan guardó silencio: y entonces, cam- 
* biando repentinamente de conversacion. A pro-. 
pósito, dijo Athos, os doy gracias por el caballo 
que me habeis traido. dE 
—¿Es de vuestro agrado? ) | | 
—Mucho, pero no es caballo para viajar. | 
—0s engañais, he andado con él diez leguas 
en menos de hora y media, y no parecia sino 
que habia dado la vuelta alrededor de la plaza de 
san Sulpicio. ' | | 
—¡Ab! pues entonces vais á causarme un sen- 
timiento. | : 
—Un sentimiento, ¿y por qué? 
—Un sentimiento, sí. d 
—¿Gómo? 
punto... ¿Conoceis el prover 
  
_—He aquí el hecho: esta mañana me levanté | 
á las seis; dormiais á pierna suelta, y yo no sabia | 
qué hacerme: estaba todavía atontado de nuestra 
francachela de ayer; bajé á la sala principal, y | 
víáuno de nuestros ingleses que ajustaba un | 
caballo 4 un chalan, por habérsele muerto el su yo 
ayer de un flujo de sangre. Me acerco 4 él, y 
viendo que ofrece cien doblones por un alazan 
  
NOVELAS. 
tostado: «Pardiez, le dije, amigo, yo tambien 
vendo mi caballo. » 
—«Y que es muy hermoso, dijo; ayer lo ví, 
cuando el criado de vuestro amigo lo tenia de la 
brida. 
«¿Os parece que valdrá los cien doblones? 
«Sí, ¿y consentís en dármelo por ese precio? 
«No, pero os lo juego. 
«¿A qué? 
—«A los dados.» 
Dicho y hecho: perdí el caballo. Pero he reco- 
'brado los arneses. 
D'Artagnan hizo un gesto bien marcado de 
disgusto. 
—¿Esto os desagrada? dijo Athos. 
—8S1, 0s lo confieso, ese caballo debia servir 
para darnos á conocer un dia en el campo de ba- 
talla; era un testimonio, un recuerdo. Athos, 
habeis hecho mal. 
—¡Vaya! mi querido amigo, poneos en mi lu-. 
gar, repuso el mosquetero; me fastidiaba hasta 
DO poder mas, y luego, palabra de honor, no me 
gustan los caballos ingleses. Veamos, si no se 
¡trala mas que de ser reconocido de alguno, la 
silla es mas que suficiente. En cuanto a] caba- 
llo, ya encontraremos cualquier escusa para mo- 
¡ tivar su desaparicion. ¡Qué diablos! ¡un caballo 
no es eterno! ¡digamos que el mio ha tenido 
muermo ó lamparones! 
D'Artagnan no se reia. 
—Me es muy sensible, continuó Athos, que 
tuvieseis un efecto tan entrañable á esos anima- 
les, pues aun no he concluido mi historia. 
—¿Pues qué habeis hecho además? 
—Despues de haber perdido mi caballo, nueve 
contra diez, (¡mirad que golpe!) me vino la idea 
de jugar el vuestro, | 
- —SÍ, pero espero que os contentariais con la 
idea. q” | ES 
—Al contrario, la puse en ejecucion al instante. 
—¡Ah! ¡y qué sucedió! esclamó d'Artagnan 
inquieto. 
—Jugué y perdí. 
—¿Mi caballo? a 
—Vuestro caballo, siete con 
tra ocho; por un 
   
Athos, os juro que no estais en vuestro juicio. 
—Querido mio, ayer, cuando os contaba mis 
nécias historias, era cuando me debiais haber di- 
cho eso; pero no ahora. Lo perdí pues con todos 
los arneses. . e pp TO: 
—¡Es terrible! A a : 
—Aguardad, esto es nada; yo seria un buen 
Jugador, si no fuera testarudo; pero lo mismo que 
cuando bebo, cuanto mas juego y pierdo, mas te- 
Daz soy. | 
 
	        
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