Full text: no. 25 (1883,25)

  
  
196 MUSEO DE 
das, y en seguida de hambre, en una maldita: 
posada de Chantilly, sin que os hayais dignado 
responder una sola vez á las ardientes cartas que 
os he escrilo. | 
—Pero, señor Porthos... murmuró la procura- 
dora, que conocia que á juzgar por la conducta 
de las grandes señoras de aquel tiempo, creia 
que la culpa estaba de su parte, 
—¡Yo que habia sacrificado por vos á la con- 
desa de Peña-flor! 
—Ya lo sé. 
—A la baronesa de... ( 
—Sr. Porthos, no me confundais. e 
—A la condesa de... 
—Sed generoso. 
—Teneis razon, señora, no acabaré. | 
—Ya sabeis que mi marido nO quiere oir ha-. 
blar de prestar dinero. | 
—Señora Coquenard, dijo Porthos, acordaos | 
de la primera carla que me escribisteis, y bra! 
conservo grabada en mi memoria. | 
La procuradora dió un suspiro. 
—Pero, dijo, la suma que pediais era 
bargo algo crecida: pediais mil libras. | 
—Señora Coquenard, os daba la preferencia. | 
No he tenido mas que escribir 4 la condesa de... | 
no quiero decir su nombre, porque nunca he 
comprometido á una mujer; pero lo que si sé, 
es que no he tenido mas que escribirle para que | 
me haya enviado mil y quinientas. | 
La procuradora derramó una lágrima. | 
—Porthos, dijo, os juro que me habeis casti- ' 
gado demasiado, y que si en adelante os volvie- 
sels á encontrar en semejante paso no tendreis | 
que dirigiros mas que á mí. | 
—¡Vamos, señora! dijo Porthos aparentando | 
estar incómodo, no hablemos mas de dinero, si. 
gustais, pues eso es humillante. | 
—¡kntonces, ya no me amais! dijo lenta y 
tristemente la procuradora. | 
Porthos guardó un majestuoso silencio. | 
—+¿AsÍ es como me respondeis? ¡Ay! ya com- 
prendo. : 
—Pensad en la ofensa que me habeis hecho, | 
señora; está grabada aquí, dijo Porthos poniendo. 
la mano sobre su corazon yapoyándola con fuerza. 
, SID em-. 
| 
| 
—Yo la repararé, mi querido Porthos. | 
- —Además, yo ¿qué os -pedia? repuso Porthos 
haciendo un movimiento de hombros lleno de la 
mayor honradez; un préstamo y nada mas, y 
tampoco soy un hombre inconsiderado. Bien sa- 
bia que no erais Tica, y que vuestro marido se 
ve obligado á apremiar á los pobres clientes para 
sacar algunos tristes escudos. ¡Oh! si fueseis 
condesa, marquesa 6 duquesa, seria otra Cosa, y | 
no os lo perdonaria. | 
e 
NOVELAS. 
La procuradora se manifestó picada. 
—Sabed, Porthos, dijo, que mi cofre, aunque 
cofre de una procuradora, puede que esté mucho 
mejor provisto que el de vuestras señioronas ar- 
ruinadas. 
—Enlonces me haciais doble ofensa, dijo Por- 
thos separando su brazo del de la procuradora, 
porque si sois rica, señora Coquenard, entonces 
no teneis disculpa. 
—Cuando digo rica, repuso la procuradora, 
que conoció se habia dejado ir demasiado lejos, 
nO es preciso tomar la palabra al pié de la letra. 
No soy enteramente rica, pero tengo una fortuna 
regular. 
—Mirad, señora, dijo Porthos, no hablemos 
mas de esto, os lo suplico, me habeis jugado una 
mala partida, y toda clase de relaciones deben 
quedar interrumpidas entre nosotros. 
—Que ingrato sois con vuestras quejas, dijo á 
Porthos. 
—+¿Teneis motivo para quejaros? 
—ÍIdos con vuestra bella duquesa, ya no os 
tengo. , 
—¡Ah! me parece que está ya mas mansa, dijo 
Porthos para sí. 
—Veamos, Porthos, os lo 
vez, ¿me amais todavía? 
—¡Ay señora! dijo Porthos con el tono mas 
melancólico que pudo tomar, cuando vamos á 
entrar en Campaña, en una Campaña que mis 
presentimientos me dicen que seré muerto... 
—¡0h! ¡no digais esto! esclamó la procuradora, 
prorumpieudo en sollozos. 
—Lo presiento sin saber por qué, continuó 
Porthos, cada vez mas melancólico. | 
—Mejor direis que teneis un nuevo amor. 
—¡Oh! no; os hablo con franqueza. Ningun 
nuevo objeto me llama la alencion, y aun siento 
aquí, en el fondo de mi corazon, algo que me 
inclina á favor vuestro. Pero dentro de quince 
dias, como sabeis, ó como quizá no lo sabeis, se 
abre esa fatal Campaña, y voy á vermie muy 
apurado, á causa de mi equipaje, por lo que voy 
á hacer un viaje á mi casa que está en lo interior 
de la Bretaña, para reunir la cantidad que nece- 
silo para mi partida. | Po 
Porthos notó que la procuradora luchaba terri- 
blemente entre el amor y la avaricia, 
—Y,, continuó, como la duquesa que acabais 
de ver en la iglesia, tiene sus tierras colindan- 
les con las mias, vamos á hacer el viaje juntos, 
y bien sabeis, que los viajes parecen mucho mas 
cortos y se hacen con mayor gusto, cuando se 
lleva compañia. 
—¿Conque, segun eso, no teneis amigos en 
París, Porthos? preguntó la procuradora. 
de 
pregunto por última 
  
  
  
  
  
  
  
 
	        
© 2007 - | IAI SPK

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.