Full text: no. 26 (1883,26)

    
    
  
Ta ocultar sus impresiones, que aquella relacion 
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— 
7 Ed 
  
MUSEO DE 
notaba con facilidad en los esfuerzos que hacia pa- 
no le era nada agradable: la sangre le subia al ros- 
tro, y su pequeño pié se agitaba bajo sus vestidos. 
Lord de Winter nada advirtió de esto; y cuando 
hubo concluido, se acercó á una mesa, donde ha- 
bia sobre una bandeja una botella de vino de 
España; llenó dos vasos, é invitó con un gesto á 
d'Artagnan para que bebiese. 
D'Artagnan sabia que era muy mal visto, es- 
pecialmente para un inglés, negarse á responder 
á un brindis. Así es que se acercó á la mesa y 
tomó el segundo vaso. Eljóven no perdia de vista 
  
á milady, y notó en un espejo el cambio que se | 
¡entonces de sus sospechas acerca de milady. Le 
habia operado en su semblante. Entonces, cre- 
yendo que nadie la observaba, un sentimiento 
que se parecia á la ferocidad, animaba su fisono- 
Mía, y sus bellos dientes mordian con rabia su 
pañuelo. 
La linda doncella, que d'Artagnan habia visto 
antes, entró en aquel momento, dijo algunas pa- 
labras en inglés á lord de Winter, guien desde 
luego solicitó de d'Artagnan permiso para reti- 
rarse, escusándose sobre la urgencia del asunto 
que le llamaba, y encargando á su hermana que 
obtuviese su perdon. 
D'Artagnan y lord de Winter se estrecharon 
las manos y nuestro jóven se aproximó á milad y. 
La fisonomía de aquella mujer, con una movili- 
dad sorprendente, habia vuelto á tomar su gra- 
ciosa espresion; pero algunas manchitas rojas 
diseminadas por su pañuelo, indicaban que se 
habia mordido los labios hasta hacerse sangre. 
Estos eran magníficos: se hubiera dicho que 
eran de coral. 
La conversacion tomó un giro animado. Milady 
parecia enteramente tranquilizada. Manifestó 
que lord de Winter no era mas que cuñado suyo 
y no su hermano; se habia casado con un hijo 
segundo de una casa que la habia dejado viuda 
con un niño. Este era el único heredero de lord 
de Winter, si no se casaba. Todo esto dejaba ver 
á d'Artagnan un velo que ocultaba alguna cosa, 
pero no distinguia nada debajo de aquel velo. 
Por lo demás, al cabo de media hora de con- 
versacion d'Artagnan se habia convencido de que 
- Milady era compatriota suya: hablaba el francés 
con una pureza y elegancia que no dejaban duda 
alguna respecto á esto. 
D'Artagnan se estendia en conversaciones de 
cortesanía y en protestas de amistad, y á cada sim- 
pleza de estas que se escapaba á nuestro gascon, 
Milad y se sonreia con benevolencia. En fin, llegó 
la hora de retirarse, d'Artagnan solicitó permiso 
de milady y salió del salon siendo el hombre mas 
feliz del mundo. 
  
NOVELAS. 205 
En Ja escalera encontró á la linda doncella, 
que al pasar se rozó ligeramente con él, y rubo- 
rizándose estraordinariamente, le pidió perdon 
de haberle tocado; pero con una voz tan dulce 
que el perdon le fué concedido inmediatamente. 
D'Artagnan volvió al otro dia, y fué mejor 
recibido aun que la víspera. Lord de Winter no 
estaba y fué milady quien le hizo todos los ho- 
nores de la velada. Manifestósele muy afecta, le 
preguntó quienes eran sus amigos, y si no habia 
pensado nunca en ponerse al servicio del car- 
denal. 
D'Artagnan, que como sabemos, era muy pru- 
dente para un jóven de veinte años, se acordó 
hizo un gran elogio de su Eminencia y le ase- 
guró que no hubiera dejado de entrar en los 
guardias del cardenal si hubiera conocido á Ca- 
vois en vez de Treville. 
Milady cambió la conversacion sin afectacion, 
y preguntó á d'Artagnan con el tono mas indi- 
ferente, si habia estado nunca en Inglaterra. 
D'Artagnan respondió que habia sido enviado 
por Treville para tratar de una remonta de ca- 
ballos y que habia traido cuatro para muestra. 
Milady, durante la conversacion, se mordió 
dos ó tres veces los labios, pues conocia que ha-. 
bia de tenérselas con un mozo harto ladino. 
A la misma hora que la: víspera, d'Artagnan 
se retiró. En el corredor encontró tambien á la 
linda Ketty, este era el nombre de la doncella, 
que le miró con una espresion de misteriosa be- 
nevolencia. Pero d'Artagnan se hallaba tan preo- 
cupado en la señora, que no notaba mas que lo 
que provenia absolutamente de ella. 
D'Artagnan volvió á casa de Milad y al otro dia 
y al otro, y cada vez Milady le hizo un recibi- 
miento mas amable. 
Cada noche, tambien, ya en la anlecámara, 
ya en el corredor, ó en la escalera, encontraba á 
la linda doncella. 
- Pero, como hemos dicho, d'Artagnan no para- 
ba la atencion en aquella estraña persistencia de 
la pobre Ketty. 
  
  
 
	        
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