Ta ocultar sus impresiones, que aquella relacion
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MUSEO DE
notaba con facilidad en los esfuerzos que hacia pa-
no le era nada agradable: la sangre le subia al ros-
tro, y su pequeño pié se agitaba bajo sus vestidos.
Lord de Winter nada advirtió de esto; y cuando
hubo concluido, se acercó á una mesa, donde ha-
bia sobre una bandeja una botella de vino de
España; llenó dos vasos, é invitó con un gesto á
d'Artagnan para que bebiese.
D'Artagnan sabia que era muy mal visto, es-
pecialmente para un inglés, negarse á responder
á un brindis. Así es que se acercó á la mesa y
tomó el segundo vaso. Eljóven no perdia de vista
á milady, y notó en un espejo el cambio que se |
¡entonces de sus sospechas acerca de milady. Le
habia operado en su semblante. Entonces, cre-
yendo que nadie la observaba, un sentimiento
que se parecia á la ferocidad, animaba su fisono-
Mía, y sus bellos dientes mordian con rabia su
pañuelo.
La linda doncella, que d'Artagnan habia visto
antes, entró en aquel momento, dijo algunas pa-
labras en inglés á lord de Winter, guien desde
luego solicitó de d'Artagnan permiso para reti-
rarse, escusándose sobre la urgencia del asunto
que le llamaba, y encargando á su hermana que
obtuviese su perdon.
D'Artagnan y lord de Winter se estrecharon
las manos y nuestro jóven se aproximó á milad y.
La fisonomía de aquella mujer, con una movili-
dad sorprendente, habia vuelto á tomar su gra-
ciosa espresion; pero algunas manchitas rojas
diseminadas por su pañuelo, indicaban que se
habia mordido los labios hasta hacerse sangre.
Estos eran magníficos: se hubiera dicho que
eran de coral.
La conversacion tomó un giro animado. Milady
parecia enteramente tranquilizada. Manifestó
que lord de Winter no era mas que cuñado suyo
y no su hermano; se habia casado con un hijo
segundo de una casa que la habia dejado viuda
con un niño. Este era el único heredero de lord
de Winter, si no se casaba. Todo esto dejaba ver
á d'Artagnan un velo que ocultaba alguna cosa,
pero no distinguia nada debajo de aquel velo.
Por lo demás, al cabo de media hora de con-
versacion d'Artagnan se habia convencido de que
- Milady era compatriota suya: hablaba el francés
con una pureza y elegancia que no dejaban duda
alguna respecto á esto.
D'Artagnan se estendia en conversaciones de
cortesanía y en protestas de amistad, y á cada sim-
pleza de estas que se escapaba á nuestro gascon,
Milad y se sonreia con benevolencia. En fin, llegó
la hora de retirarse, d'Artagnan solicitó permiso
de milady y salió del salon siendo el hombre mas
feliz del mundo.
NOVELAS. 205
En Ja escalera encontró á la linda doncella,
que al pasar se rozó ligeramente con él, y rubo-
rizándose estraordinariamente, le pidió perdon
de haberle tocado; pero con una voz tan dulce
que el perdon le fué concedido inmediatamente.
D'Artagnan volvió al otro dia, y fué mejor
recibido aun que la víspera. Lord de Winter no
estaba y fué milady quien le hizo todos los ho-
nores de la velada. Manifestósele muy afecta, le
preguntó quienes eran sus amigos, y si no habia
pensado nunca en ponerse al servicio del car-
denal.
D'Artagnan, que como sabemos, era muy pru-
dente para un jóven de veinte años, se acordó
hizo un gran elogio de su Eminencia y le ase-
guró que no hubiera dejado de entrar en los
guardias del cardenal si hubiera conocido á Ca-
vois en vez de Treville.
Milady cambió la conversacion sin afectacion,
y preguntó á d'Artagnan con el tono mas indi-
ferente, si habia estado nunca en Inglaterra.
D'Artagnan respondió que habia sido enviado
por Treville para tratar de una remonta de ca-
ballos y que habia traido cuatro para muestra.
Milady, durante la conversacion, se mordió
dos ó tres veces los labios, pues conocia que ha-.
bia de tenérselas con un mozo harto ladino.
A la misma hora que la: víspera, d'Artagnan
se retiró. En el corredor encontró tambien á la
linda Ketty, este era el nombre de la doncella,
que le miró con una espresion de misteriosa be-
nevolencia. Pero d'Artagnan se hallaba tan preo-
cupado en la señora, que no notaba mas que lo
que provenia absolutamente de ella.
D'Artagnan volvió á casa de Milad y al otro dia
y al otro, y cada vez Milady le hizo un recibi-
miento mas amable.
Cada noche, tambien, ya en la anlecámara,
ya en el corredor, ó en la escalera, encontraba á
la linda doncella.
- Pero, como hemos dicho, d'Artagnan no para-
ba la atencion en aquella estraña persistencia de
la pobre Ketty.