Full text: no. 26 (1883,26)

MUSEO DE NOVELAS. 
. 
de 
El AMOR 
DB UN PESCADOR! 
(Continuacion). 
La habian obligado á dirigir la danza y, 
consiguiente, era ella la que cantaba. 
Cantaba precisamente la cancion del rosal.. 
¿sabeis? Aquella que dice así: 
por 
Tu corazon está alegre, 
Canta, canta, ruiseñor; 
Pero el mio se consume 
Se consume de dolor. 
Tra la la. 
De dolor porque mi Pedro 
Llorando ¡ay! huyó de mí, 
Porque ha visto que un capullo 
De rosa te he dado á tí. 
Tra la la. 
Querria no haber tocado 
El capullo del rosal, 
Y ver á Pedro á mis plantas, 
Y olvidar con él mi mal. 
Tra la la. 
En el mismo momento en que María acababa 
de cantar esta última estrofa, un marinero en- 
cendia la pipa cerca de mí... la luz me dió en 
la cara... María me vió y, dando un gran grito, 
cayó desmayada sobre el césped. 
De un salto me planté á su lado. 
Jaime llegó casi al mismo tiempo que yo. 
Pero, lejos de mostrarse celoso ni colérico, me 
estrechó la mano con la mayor cordialidad posi- 
ble, y despues, fijando una prolongada mirada 
en María que iba volviendo en sí, dijo: 
—No tengais miedo. 
pes 
Aquel Jaime era un buen muchacho... un 
buen muchacho en toda la estension de la pa- 
labra. 
¿No adivinais aun lo que hizo? ¡Oh! ¡quién es 
capaz de adivinarlo! 
¿Quién hubiera dicho que él, que ordinaria- 
mente era tan pacífico, tan bueno, tan sóbrio, 
habia de transformarse en un momento en otro 
hombre completamente distinto? Decia á gritos 
que era necesario reanimar la alegría de los es- 
ponsales; hacia traer cidra, vino, aguardiente... 
-mucho aguardiente. 
.. Una so mas tarde estaba completamente 
borracho. á lo menos, hacia como si lo estu- 
viera. 
- Hácia la media ooh Jaime habia armado 
una verdadera revolucion... habia reñido con 
todos los mozos... habia puesto en fuga á todas 
las muchachas. 
Por la mañana, al acompañar á María á su 
asa, armó un gran escándalo... Parecia que iba 
á pegar á la madre y á la hija. 
| — ¡Virgen santa! esclamó la madre Juana 
¡cuando Jaime estuvo fuera, ¡virgen santa! ¡qué 
¡hombre mas abominable! A lo menos he tenido 
¡la suerte de conocerle bastante á tiempo para evi- 
¡lar una gran desgracia. ¡Quién hubiera podido 
- creer que Jaime fuera asi! ¡Nunca, nunca mi 
| hija será la esposa de ese hombre! 
Efectivamente, se deshizo el casamiento... El 
¡nuevo novio de María habia sido echado para 
¡siempre de casa de la madre Juana, con gran 
¡aplauso de todos los del pueblo que esclimjaban 
-horrorizados: 
—¡Qué hombre mas perverso...! ¡Quién hu- 
¡biera ni remotamente podido sospechar que ha- 
¡bia de tener tan mala conducta.. .! ¡Qué hombre, 
Jesus, qué hombre! 
¡Oh...! ¡no... no! Jaime no era malo. 
Si Jaime habia comprendido nuestros corazo- 
nes, no íbamos á tardar nosotros en comprender 
la conducía de Jaime. 
Un poco despues volvió á la pradera que habia 
quedado solitaria. 
Sin embargo, yo estaba aun en ella. 
Tampoco María tardó en llegar de un modo 
¡furtivo y llena de la mayor curiosidad. 
Jaime, cuya borrachera habia desaparecido 
como por encanto, Jaime convertido otra vez en 
el Jaime de antes, vino á colocarse entre nos- 
otros dos. 
No necesitó mas que mirarnos sonriéndose, 
tendernos sus dos manos, en que tenia aun el 
ramo de flores y la cinta de desposado. 
¡Oh! ¡con qué agradecimiento, con qué alegría 
nos apoderamos de aquellas nobles y pas 
manos...! ¡Cómo las besábamos María y yo...!¡Oh! 
con qué efusion le digimos los dos á un tiempo: 
—¡Gracias, amigo mio...! ¡gracias, Jaime! 
XVI. 
Desde aquella época no volvió á hablarse mas 
de casar á María. 
¡Su último dolor, mil veces bendecido, no ha- - 
bia hecho mas que estrechar los lazos que nos 
unian! 
Ahora si no tratamos de encontrarnos, 
cambio tampoco huimos uno de otro. 
He vuelto á tomar la costumbre de darla agua 
en 
| bendita cada domingo cuando sale de la iglesia, 
ni mas ni menos que en los felices tiempos de 
nuestra juventud. 
(Se continuará). 
  
Gracia: Tip. de J. Aleu y Fugarull, Sta. Teresa, 10. 
 
	        
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