308 MUSEO DE NOVELAS.
sin detenerse, y en breve dejó de oirse el ruido|
de sus pasos.
Felton, pálido como la muerte,
do; y cuando se hubo estinguido de un todo el
ruido, respiró como un hombre que sale de un
sueño, y se lanzó fuera de la habitacion.
—¡Ah! dijo milady escuchando
ruzdo de los pasos de Felton, que se alejaba en
direccion opuesta á lord de Winler, ¡por fin, ya
eres mio!
De pronto se oscureció su frente.
—S1 habla al baron, dijo soy perdida; pues el
baron que sabe que no me mataré, nie entrega-
rá en su presencia un cuchillo, y verá que toda
esta desesperacion no era mas que un engaño.
En seguida se fué á mirar á su espejo:
habia estado tan hermosa.
—¡Oh! no, dijo sonriéndose, no le dirá nada.
Por la noche vino lord de Winter á acompa-
narla durante la cena.
— Caballero, le dijo, vuestra presencia es aca-
so un accesorio obligado de mi cautiverio, y ¿no
podriais ahorrarme el esceso de tormentos que.
me causan vuestras visitas?
—;¡Cómo, querida hermana! dijo lord de Win-
ter, ¿no me habiais anunciado sentimentalmente
con esa linda boca,
me á vuestro placer
tanto veros privada, que no habeis
arrostrar para conseguirla, la mar,
tilubeado en
tentaos:
visita.
Milady se estremeció, creyó que Felton habia
hablado. En su vida esta mujer habia esperi-
mentado tan fuertes y opuestas emociones, ni
habia sentido latir tan violentamente su corazon.
Estaba sentada; lord de Winter tomó un sillon
además, esta vez lieno un motivo mi
y se sentó á su lado; en seguida sacando de su |
faltriquera un papel,
le dijo:
—Tomad,
pasaporle que yo mismo he estendido y que os
debe serviren adelante de resguardo para $ vida
que os concedo.
En seguida apartando sus ojos de milad y y|
-dirigiéndolos al papel, leyó:
“Orden para conducir á...» el punto está en!
blanco, po lord de Winter; si dais a
alguno la preferencia, me lo indicareis, y con.
tal que sea á mil leguas de Londres, se os de
satisfacer. Sigo pues: «órden para conducir á.
la llamada Carlota Backson, marcada por la jus-|
licia del reino de Francia y libertada despues
que desdobló lentamente,
permaneció |
algunos NO con el oido alento y escuchan-.
á su vez el|
jamás
hoy lan cruel para mí, que
veniais á Inglaterra con el único objeto de ver-.
, de cuya satisfaccion sentiais
|
las tempes-.
tades, ó la cautividad? Pues bien, miradme, con-.
del castigo: permanecerá en esta residencia sin
¡poder apartarse de su contorno mas allá de tres
leguas. En caso de tentativa de evasion, le será
aplicada la pena de muerte; se le pasarán cinco
schellings diarios para casa y manutencion.»
—lEsa órden no me concierne, respondió fria-
mente milad y, pues que en ella va puesto un
nombre que no es el mio.
—¡Un nombre! ¿acaso teneis alguno?
—El de vuestro hermano.
' —0s engañais; mi hermano no es sino vuestro
segundo marido, y el primero vive todavía. De-
cidme su nombre y le pondré en lugar del de
¡Carlota Backson. No, no lo querreis... guardais
¡silencio. Está bien, irá vuestro pasaporte á nom-
¡bre de Carlota Backsor.
Milady permaneció callada; solo que esta vez
¡ho era por afectacion, sino por terror. Creyó que
la órden estaba pronta para ser ejecutada; pensó
¿que lord de Winter habia adelantado su partida;
¡creyó que estaba condenada á marchar aquella
misma noche; perdió toda su esperanza en un
instante, cuando de repente notó que la órden no
llevaba firma.
La alegría que esperimentó al hacer este des-
lilenie fué tan grande, que no pudo ocul-
tarla.
—(Quizás, dijo lord de Winter, que conoció lo
que pasaba en el interior de milady, quizá bus-
cals la firma y decís: no está todo perdido, pues
este documento no está firmado, y no me lo pre-
sentan mas que para asustarme. Pues os enga-
ñais, mañana esta órden será enviada á lord de
Buckingham; pasado mañana volverá firmada
de su mano y con su sello, y veinte y cuatro
horas despues, os aseguro que será lleyado á de-
bida ejecucion. Adios, señora, esto es todo lo que
tenia que deciros.
—Y yo 0s responderé, caballero, que ese abuso
del poder,
queria mostraros esta especie de
puesto, son una infamia.
—¿Quereis mejor ser ahorcada con vuestro ver-
¡| dadero nombre, milad y? Bien sabeis que las leyes
inglesas son inexorables acerca del abuso que
se hace del matrimonio; esplicaos francamente;
aunque mi nombre, ó mas bien el de mi herma-
no, se encuentre mezclado en este asunto, pre-
feriró el escándalo de un proceso público, para
estar seguro que de un golpe me veré desemba-
¡Trazado de vOS.
Milady no respondió; pero se puso pálida como
un cadáver
—¡0h! ya veo que preferís la peregrinacion.
Perfectamente, señora, hay un proverbio que
dice que los viajes forman á la juventud. A fé
¡mia no pensais del todo mal, y la vida es buena.
y ese destierro bajo un nombre su-.