e
A
318 MUSEO DE NOVELAS.
»Sin duda algun testigo invisible me habia!
visto tomar agua de aquel aguamanil, y se habia
aprovechado de mi confianza para asegurar me-
jor mi pérdida, tan friamenle resuelta, y tan
cruelmente sostenida.
»No habia pasado media hora, sin que se re-
produjesen los mismos síntomas anteriores; sin
embargo, como esta vez no habia bebido mas que
medio vaso, pude luchar por mas tiempo, y en
vez de dormirme de un todo, caí en un estado de
soñolencia que me dejaba ver ¿o que pasaba en
derredor mio, quitándome la fuerza para huir.
»Me dirigí hácia mi cama para buscar la úni-
ca defensa que me quedaba, mi cuchillo salva-
dor, pero no pude llegar hasta la almohada; cai
de rodillas con las manos cruzadas á uno de los
pilares de la cama.»
Felton palideció horrorosamente, y un esire-
mecimiento convulsivo corrió por todo su cuerpo.
«Y lo que habia de mas horroroso, continuó
milady con la voz alterada, como sl entonces es-
perimentase la misma angustia que en el aquel
momento terrible, era que esta vez tenia yo la
conviccion del peligro que me amenazaba;
mi alma, si puedo decirlo,
mecido cuerpo; que veia y que ola; es verdad
que todo era como un sueño, pero por eso mismo
era mas horroroso.
»Ví la lámpara que subia, y que poco á poco
me dejaba en la oscuridad.
»Despues oí el chirrido tan conocido de aque=
lla puerta, aunque no se habia abierto mas que |
dos veces.
»Senlí por instinto que se acercaban á mí, lo
mismo que el desgraciado perdido en los desier-
tos de la América advierte la aproximacion de la
serpiente.
que |
velaba en mi ador- |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
»Quise hacer un esfuerzo, intenté gritar, y aun
¡permanecí cuarenta y ocho horas sin comer ni
por una increible energía de voluntad me le-
vanté, pero fué para volver á caer inmediala-
mente.»
—Decidme quién era vuestro perseguidor, es-
clamó el jóven.
Milady vió de una sola mirada cuántos senti-
mientos inspiraba á Felton pesando cada detalle
de su relacion, pero no queria dispensarle nin—
gun lormento. Mientras mas profundamente le
hiriese en el corazon, con mas seguridad la ven-
garia el jóven. Continuó esta vez como si no
hubiese oido su esclamacion, ó como sl hubiese
pensado que no habia llegado el momento de res-
ponder.
- —«Le oí esclamar al verme:—¡Miserables pu-
rilanas! bien sabia que cansaban á sus verdugos,
pero las creia menos fuertes contra sus seduc-
Lores.»
|
Felton escuchaba sin dejar oir otra cosa que
una especie de rugido, el sudor corria por su.
frente de mármol, y su mano oculta bajo su ca=
saca, desgarraba su pecho.
—«Mi primer movimiento al volver en mí,
repuso milady, fué buscar bajo mi almohada
aquel cuchillo que no habia podido alcanzar, y
si no habia servido para la defensa, serviria á lo
menos para la espiacion.
»Pero al cogerlo, Felton, me ocurrió una ter-
rible idea. He jurado decíroslo todo, y todo os lo
diré; os he prometido la verdad, y la diré, aunque
deba perderme.»
—O0s ocurrió la idea de vengaros de aquel hom-
bre, ¿no es así? esclamó Félion.
—>í, dijo milad y, esta idea no era nada cris-
tiana, bien lo sé. Sin duda el eterno enemigo de
nuestra salvacion me la inspiraba. En fin, os lo
diré, Felton, continuó milady con el tono de una
¡mujer que se acusa de un crimen, me ocurrió
¡esta idea, y no se apartó de mi un solo instante.
Quizás sea á causa de este pensamiento homicida
¡por lo que todavía hoy sufro el castigo.
—Continuad, continuad, dijo Felton,
prisa por veros llegar á la venganza.
—Resolví que tuviese lugar lo mas pronto po-
tengo
sible, pues no dudaba que volviese á la noche
siguiente: durante el dia no tenia nada que
lemer.
«Así es que cuando llegó la hora del almuer-
zo, no vacilé en comer y beber; habia resuelto
fingir que cenaba, pero, sin embargo, no ltomar
nada; debia, con el alimento por la mañana, com-
batir el ayuno de por la noche.
»Oculté un vaso de agua sustraido á mi al-
muerzo, pues que solo preparaban la que servian
en la cena, porque recordaba que habia sido la
sed lo que was me habia hecho sufrir cuando
beber nada.
»Se pasó la mañana sin que me aconteciera otra
cosa mas que afirmarme en la resolucion que ha-
bia tomado: sin embargo, tuve cuidado que mi
rostro no hiciese traicion á mi pensamiento, pues
me hallaba segura de que me estaban observan-
do; varias veces sentia asomar una sonrisa en
mis labios. Felton, no me atrevo á deciros por lo
que me sonreia, pues me cobrarials horror.»
—Continuad, continuad, dijo Felton, bien veis
que escucho con ahinco, y que deseo llegar al
desenlace. |
«Llegó la noche, continuó milad y, y los acon-
tecimienlos ordinarios tuvieron lugar en la os-
curidad; fué servida mi cena, en seguida se en-
cendió la lámpara, y me senlé á la mesa.
»Solo comí algunas frutas, fingí echarme agua
+