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328 MUSEO DE NOVELAS.
descendiendo, no pudo ver y
ladura del Si00p.
Corrió inmediatamente á Portsmouth, cuyas
torres y casas vela dibujarse en frente de él, á
media milla poco mas, al través de la niebla de
la mañana.
Al otro lado de Portsmouth la mar se hallaba
cubierta de buques, cuyas arboladuras, seme-
jantes á un bosque de álamos blancos desojados
por el invierno, se balanceaban al soplo del vien-
lo. Felton en su rápida marcha, repasaba las acu-
saciones verdaderas ó falsas que le habian su-
ministrado dos años de meditaciones ascéticas y
ya mas que la arbo- |
+ una larga permanencia entre los puritanos con-
tra el favorito de Jacobo VI y de Cárlos 1.
Cuando comparaba los crímenes públicos de
este ministro, crímenes ruidosos, crímenes euro-
peos, si tal pueden llamarse los crímenes priva-
dos y desconocidos que le habia contado milady,
le parecia que el mas culpable de los dos carac-
leres que habia representado Buckhingham, era
aquel cuya existencia era desconocida del públi-
co. Su amor, tan estraño, tan nuevo, tan ardien-
le, le hacia ver las acusaciones infames éimagl-
narias de lady de Winter, como sabemos, al
través de un microscopio, que convierte en
monstruoso los mas imperceptibles átomos en
realidad.
La rapidez de su carrera encendia su sangre.
La idea que dejaba en pos suyo espuesta á una
venganza espantosa, la mujer que amaba, ó mas
bien adoraba como una santa; la emocion pasada,
su fatiga presente, todo oxallaba aun su alma
sobreponiéndole á todo sentimiento humano.
Entraba en Porstmouth á eso de las ocho de
la mañana. Todo el pueblo se hallaba alborotado:
el tambor dejaba oir sus toques por todas partes:
las tropas que habian de embarcarse, bajaban
hácia la mar.
Felton llegó al palacio del almirantazgo cu-
bierto de polvo y sudor. Su rostro, por lo comun
pálido, se habia trocado en color de púpura, por
el calor y la cólera. El centinela quiso rechazarlo,
pero Felton llamó al aficial de guardia, y sacando
de su faltriquera la carta de que era portador:
—Mensaje urgente de parte de lord de Win-
ter, dijo.
- Al nombre de lord de Winter, que sabia era
uno de los mas íntimos de su Gracia, el oficial
de guardía dió la órden de que dejasen pasar ¿
Felton, que además llevaba puesto el uniforme
de oficial de marina.
Felton se precipitó en el palacio.
En el momento en que entraba en el vestíbulo,
un hombre entraba tambien, todo cubierto de
polvo, sin respiracion, y dejó á la puerta un ca-
ballo de posta, pe al llegar cayó sebre las rodi-
llas.
Felton y él se dirigieron al mismo tiempo á
Patrick, el ayuda de cámara del duque. Felton
nombró al baron de Winter. El desconocido no
duque podia darse á conocer. Ambos insistian
por pasar uno antes que el otro.
Patrick, que sabia que lord de Winter tenia
asuntos de servicio, y relaciones de amistad con
el duque, dió la preferencia al que venia en su
nombre. El otro se vió obligado á esperar, y fué
fácil notar cuanto maldecia este retardo.
una gran sala, en la que esperaban los diputados
de la Rochela, conducidos por el príncipe de Su-
bise, y lo introdujo en un gabinete en el que
Buckhingham, habiendo salido del baño, acababa
nia una atencion estraordinaria.
—El teniente Felton, dijo Patrick, de parte de
lord de Winter.
—¿De parte de lord de Winter? repitia Buckhin-
gham; hacedle entrar.
Felton entró. En este momento Buckhingham
arrojaba sebre un canapé una rica bata bordada
de oro para vestir una ropilla de terciopelo azul
bordada de perlas.
—¿Por qué no ha venido el mismo baron? pre-
guntó Buckhingham. Le aguardaba esta mañana.
—Me ha encargado diga á vuestra Gracia,
respondió Felton, que siente mucho no haber
tenido este honor; pero que le es imposible por
la vigilancia del castillo que le ha sido encomen-
dada.
—SÍ,
una prisionera.
—De esa prisionera justamente es de la que
queria hablar á vuestra Gracia, repuso Felton.
—Pues bien, hablad.
—Lo que voy á deciros, no puede oirlo nadie
mas que vos, milord.
—Dejadnos, Patrick, dijo Buckhingham, pero
pronto.
Patrick salió,
Estamos solos, caballero, dijo Buckhinghanm,
hablad.
—Milord, repuso Felton, el baron de Winter os
ha escrito últimamente para suplicaros que fir-
maseis una órden de embarque relativa á una
jóven llamada Carlota Backson. ¿
(Se continuará.)
rr rr nor rorrrrr el
Gracia: Tip. de J. Aleu y Fugarull, Sta. Teresa, 10.
quiso nombrar á nadie, y pretendió que solo al *
El ayuda de cámara hizo atravesar á Felton
su tocador, al cual, esta vez como siempre, po-
sí, dijo Buckhingham, ya sé que tiene
no os alejeis demasiade: pues os llamaré muy